Puede ser tentador para muchas personas apresurarse en el trabajo de tratar de influir e inspirar sobre los demás, sin sufrir el agotador proceso de la sincera introspección y el crecimiento personal. O sin estudiar y prepararse para ello. Sucede en todos los órdenes de la vida en los que hay personas que dependen de líderes, sean profesionales o voluntarios.
Trabajar para construirnos es difícil y humillante, mientras que trabajar para conducir y cimentar a otros es, a menudo, emocionante y gratificante. Esta parashá nos trae –en una de las interpretaciones brillantes de los tosafistas–, una lección maravillosa. Y es que debemos asegurarnos de no saltear el primer paso crítico de la superación personal, y no descuidar nuestras fallas y defectos antes de asumir el papel de tratar de solucionar las fallas y las deficiencias de los demás.
Parashat Sheminí describe los eventos que ocurrieron en el octavo y último día de la inauguración de Mishcán, cuando Aharón y sus hijos oficiaron como cohanim por primera vez.
Dios ordenó que se llevaran sacrificios especiales en honor al evento: una ofrenda por el pecado y un holocausto por el propio Aharón, y luego otros sacrificios por parte del pueblo de Israel.
Después de preparar a los animales, Moshé le ordenó a Aharón: «Acércate al altar y haz tu ofrenda por el pecado y tu ofrenda quemada y haz expiación a favor de ti mismo y a favor de tu casa; y haz la ofrenda del pueblo y haz expiación a favor de ellos, tal como .A. ha mandado”. (Vaikrá 9: 7).
Curiosamente, el sacrificio de Aharón se describe como un propósito de expiación tanto para él como para toda la nación, a pesar del hecho de que la nación realizó su propio sacrificio, separado y aparte del de Aharón. ¿Por qué la nación necesitaba ofrecer su propio sacrificio si obtuvo la expiación a través de la ofrenda de Aharón?
Esta pregunta fue abordada por los tosafistas, en Daat Zekenim, donde sugieren una lectura diferente del versículo. Los Tosafistas explican que Moshé le ordenó a Aharón que debería traer su sacrificio para poder obtener la expiación y, por lo tanto, ser elegible para ganar la expiación para la gente ofreciendo un sacrificio en su nombre. Moshé le estaba explicando a Aharón que no podía comenzar a oficiar el papel de cohen que representaba a la gente ante el Todopoderoso, para que le rogara por los otros, hasta que él primero expiara sus faltas por sí mismo.
Esta explicación nos recuerda la necesidad de reconocer y trabajar primero para corregir nuestras propias faltas antes de que podamos tratar de influir e inspirar a otros.
Si queremos tener un impacto significativo en las personas y elevar sus estándares de comportamiento y devoción religiosa, el primer paso es «expiarnos» a nosotros mismos, hacer introspección e invertir el esfuerzo necesario para elevar nuestros propios estándares.