Rosh Hashaná, el año nuevo judío, que tiene lugar al principio del mes de Tishre, es a la vez, un momento de alegría y de seria introspección, un tiempo para celebrar la finalización de otro año haciendo un balance de la propia vida.
El símbolo más potente de la fiesta es oír el sonido del shofar que se menciona en la lectura de la Torá más memorable de la fiesta, la Akedá o Atadura de Itzjak (Génesis 22). Su sonido nos presenta la alianza entre Dios y el pueblo de Israel, llevando consigo el mensaje de sacrificio, esperanza y continuidad.
Para llegar en buen estado espiritual al inicio del nuevo año, debemos aprovechar los días previos que nos sirven para mirar a nuestro interior, tarea que no siempre resulta fácil.
Por ello, deseo compartirles dos poemas, escritos por seres humanos como nosotros, pero que desarrollaron una resplandeciente capacidad espiritual y poética.
Nos ayudarán en nuestros días en los que estamos frente a la muerte masiva resultante de la guerra, el hambre y la enfermedad, así como la pobreza extrema y la servidumbre sexual forzada. Son males del mundo contemporáneo que no nos deben dejar indiferentes. A la luz de su magnitud, ¿se vuelven nugatorios el arrepentimiento, el pesar por los daños infligidos a otros o a uno mismo, y el perdón, que proferiría la eliminación de la culpa de quienes han infligido esos daños? El perdón, es vacuo sin la expiación, una posición que puede entenderse de forma útil en el contexto del análisis del judaísmo sobre la purificación y la absolución en la liturgia. Pero… no podemos darnos el lujo de perder la esperanza. Necesitamos el perdón y cuando reconozcamos nuestra parte en los errores del mundo, también el arrepentimiento.
Rosh Hashaná nos invita a descubrir el velo que cubre nuestros ojos y que creemos equívocamente que nos protegerá de todo mal. En el fondo de nuestra conciencia sabemos que no es así.
La primera composición es de Yehudá Haleví, (c. 1075 – 1141), médico, poeta y filósofo nacido en España, autor del Sefer ha-Kuzari, en su Preludio a “Nishmat”, que escribió estas maravillosas frases:
“Alma mía, busca a Dios al amanecer, asiste a Su casa, y pon tu canción como incienso ante Él. Porque si corres a tratar de atrapar los vapores del Tiempo confundiendo sus ilusiones con la verdad, y vagas sin rumbo, noche y día detrás de él, amando las mañanas perezosas después de las noches de placer, sabed que nada es realmente vuestro excepto un árbol cuyas ramas un día se marchitarán. Entonces, preséntate ante tu Señor, tu Dios y Rey de quien buscas protección bajo su ala. Su nombre sea siempre magnificado y santificado: Que cante toda boca que respire Su grandeza. Pienso que nadie puede quedar indiferente a su pluma”.
Un poco de humildad nos ayudará a vernos sin maquillaje y poder intentar actuar para paliar tanto mal.
El otro poema es de Keter Maljut (‘La Corona Real’) de Salomón ibn Gabirol, filósofo y poeta hispanojudío andalusí, (c. 1021-1058), conocido en latín como Avicebrón, posiblemente el más grande poeta medieval hebreo:
“Dios mío, sé que los que suplican a ti por gracia y misericordia necesitan que todas sus buenas obras vayan antes, y que les esperen en lo alto de los cielos. Pero no tengo buenas obras que traer, ni justicia que ofrecer ni ningún servicio para mi Señor y Rey. Sin embargo, no escondas tu rostro de mí ni me eches lejos de ti; pero cuando mandes que mi vida cese, oh, que me lleves en paz al mundo venidero, a morar entre tus piadosos, que cuentan Tus inagotables glorias. Que mi porción sea con aquellos que se levantaron en la vida eterna; allí para purificar bien mi corazón en tu luz para ver la luz. Levántame desde lo más profundo para compartir las interminables alegrías del cielo de alabanza y la oración, para que pueda declarar siempre: Aunque te hayas enfadado, Señor, te daré gracias, porque ahora tu ira ha pasado, y me consuelas”.
Si realmente nos preocupa lo que sucede a nuestro alrededor, buscamos el consuelo esperando que la saña y la violencia no nos alcancen, porque no tenemos fuerza para combatirlas. De haberlas tenido, hubiéramos logrado un presente mejor.
Les deseo un año lleno de prosperidad, felicidad y buena salud, tanto mental como física. Que alcancen todos sus objetivos y que todos sus deseos se hagan realidad. Que tengamos paciencia y fuerza para superar momentos difíciles, buena salud y un futuro brillante. Que este nuevo año fortalezca nuestra fe en nuestros sueños y capacidades y que seamos dotados de fuerza y determinación para ayudar a un mundo mejor.
¡Feliz Rosh Hashaná!