GOZANDO DE LOS BIENES DEL MUNDO

 

In Memoriam de Israel ben Shimshón Feldman z”l

Todos conocemos a jóvenes y adultos auténticamente preocupados por su espiritualidad, que van en la búsqueda de satisfactores no necesariamente religiosos. Existen innumerables ofertas orientadas a introducir a esas personas a variadas corrientes de espiritualidad provenientes en su mayoría del mundo oriental. Estas ofertas resultan muy atractivas para quienes desean desarrollar su mundo interior insatisfechos por el vacío de la vida que llevan y suponen lograr luz en los ámbitos de la espiritualidad de maestros rodeados por un aura de santidad.  

Si la Torá describe la figura del nazareo, -el nazir-, significa que prevé que encontraremos personas que están dispuestos a privarse de algunos placeres mundanos, pensando que así lo lograrán. Es una decisión extrema, que casi ha desaparecido de la praxis contemporánea, pero, que tiene el mismo objetivo.

Los que hacen voto de nazireato “no beben vino ni bebida alguna que pueda embriagar, … ni tampoco jugo alguno exprimido de uvas; no comen uvas frescas ni pasas. Todo el tiempo que sea nazireo, no comerá fruto alguno de la vid, desde los granos hasta el hollejo… no se pasará la navaja por su cabeza; hasta que pasen los días de su consagración, será persona consagrada y se dejará crecer la cabellera…no se acercará a ningún cadáver, aunque sea de su padre o madre, de su hermano o hermana. lleva sobre su cabeza el nazireato de su Dios. … es un consagrado a .A.”, leemos en nuestra parashá (Bemidbar 6:3-10). El Tanaj nos relata de casos de nazareos que fueron consagrados como tales por sus padres, y el Talmud incluso nos relata el caso de una mujer que adaptó esa costumbre.

A primera vista que la Torá le concede un grado de superioridad

En las Escrituras encontramos en el profeta Amós y en el libro de Eijá una relación positiva hacia esa figura. La Guemará presenta a quienes opinan que es un acto positivo de las personas que se consagran a servir al Creador sin interferencias y por otro lado, acusa al nazareo de pecador, por rechazar lo que puede usufructuar legal y moralmente. Las ofrendas que debe presentar son similares a las de los infractores. Incluso Shimón Hatzadik, se abstenía de ingerir la carne de sus ofrendas porque suponía que las debía entregar arrepentido de su compromiso, hasta que se encontró con un joven que había asumido esos votos con absoluta convicción.   

El Sefer Hajinuj, dice que la razón de las prohibiciones del nazareo, es para provocar a la persona a servir a Dios de mejor manera sin que lo distraigan los placeres terrenales, y no entregarse a la estética corporal, ni a la sensibilidad ante las pérdidas de seres humanos, así sean de su familia, cuidando la pureza ritual de su cuerpo.

Si bien, nuestros sabios–como no podía ser de otra manera-, no se ponen de acuerdo unánime sobre la calidad del nazir, la mayoría se inclina por proponer otro modelo de elevación espiritual. Más bien, critican a quienes eligen esa senda, que sin embargo no se parece al sometimiento, al aislamiento, al control, a la creación de incertidumbre, a la repetición de mantras, y la manipulación mental y emocional, que son algunas de las experiencias que deben atravesar quienes van en la búsqueda de la espiritualidad en nuestro tiempo.

El Sefer Hacuzari (2:50) una de las obras más conocidas del filósofo, poeta y rabino Yehudá Haleví del siglo XII, nos dice: “La ley divina no nos impone el ascetismo. Más bien desea que mantengamos el equilibrio y otorguemos a cada facultad mental y física lo que puede, sin sobrecargar a una facultad a expensas de otra… El ayuno prolongado no es un acto de piedad…tampoco la renuncia a la riqueza… nuestra ley, en su conjunto, se divide entre el temor reverencial, el amor y la alegría, por medio de cada uno de los cuales se puede acercar a Dios. Si es el resultado de un corazón devoto su contrición en un día de ayuno, no lo hace más cercano a Dios, que su alegría en el día de reposo y los días santos…”.

En otras palabras, podemos y debemos encontrar espiritualidad en lo cotidiano y en el amor con el que cumplimos los preceptos y no debemos exigirnos nada más.

El rabino Shimshón Refael Hirsch, que vivió en Hamburgo a fines del S. XIX, en la cuarta de sus Diecinueve Cartas, avanza un poco más, diciendo: “… Quien en su tiempo, con su dotación de poderes y medios, en su condición, cumple la voluntad de Dios hacia las criaturas que entran en su círculo, cuando no hiere a ninguno y ayuda a cada uno según su poder a alcanzar la meta marcada por Dios, ¡Ese es un hombre! Practica la justicia y el amor en su existencia aquí abajo en la Tierra. Toda su vida, todo su ser, sus pensamientos y sentimientos, su discurso y acción, incluso sus transacciones comerciales y sus placeres, todos sirven para servir a Dios. Tal vida es exaltada por encima de toda mutación… La persona, en su marco terrenal pertenece a la tierra, y su existencia física está llena de significado. Como no hay aliento pasajero, y no existe una brizna de hierba o mariposa efímera para nada, su contribución por pequeña que sea, proporciona tal como la sabiduría de Dios usada para la edificación del todo; así, tampoco hay placer, ni pensamiento, ni ningún hecho, aunque sea insignificante, vacío y sin propósito”.

El rabino Norman Lamm z”l, que acaba de fallecer a los 92 años esta semana, en su obra El Pensamiento Religioso del Jasidismo (págs. 323-324), dijo que la adoración a través de la corporeidad, o avodá begashmiyut, es una de las contribuciones más importantes del jasidismo al pensamiento religioso judío… La adoración a través de la corporeidad trajo al dominio de la significación religiosa todo el rango de la actividad humana, incluso más allá de los aspectos considerables de la vida humana ya cubiertos por las mitzvot y la Halajá: lo prohibido, lo permitido y lo requerido. Divrei reshut —todo lo que es neutral halájicamente, aquello sobre lo que Halajá no hace un juicio explícito pero que ocupa la mayor parte del día de su vigilia— ahora se consideraba un desafío y una oportunidad para lograr dvekut -devoción y piadosa adoración- y, por lo tanto, servir al Creador.

Comer es un buen ejemplo de avodá begashmiyut como cualquier otro. Tal como lo es la  intimidad, la ingestión de alimentos, no menos que su evacuación. Estas actividades tan normales avergonzaron a los antiguos, al grado que los griegos resolvieron el problema por medio de la estética; impusieron la etiqueta a la ingestión, validándola como un ejercicio público aceptable. Por su lado, la tradición judía agregó una dimensión sagrada: las bendiciones apropiadas antes y después de comer, y la atención a las leyes dietéticas, etc. La respuesta del jasidismo fue avodá begashmiyut: santificar el acto mismo de comer, más allá de las reglas del “comportamiento adecuado (derej Eretz)” y la Halajá.

No es poco lo que Dios exige de nosotros, pero lo podemos alcanzar proponiéndonos servirle en todos los ámbitos de la vida y no cuando nos apartamos de lo permitido, así sea cuando supone que ello nos llena de placer y amor.

La riqueza del judaísmo es tal que no es necesario ni recomendable buscar soluciones espirituales fuera de su pensamiento y del cumplimiento de sus normas. Está más que comprobado que la mayoría de quienes lo intentan en esas geografías, regresan frustrados y desorientados.

Quien escarbe en los manantiales del agua pura que nos da la Torá, y lo haga con sistema y devoción, encontrará en su práctica alegre y cuidadosa soluciones a sus necesidades espirituales y saldrá enriquecido.

 


 

Yerahmiel

Ver comentarios

  • Muy interesante e importsnte mi Rav, la paz dentro y fuera, las berajot físicas y espirituales, el castigo a Miriam como ejemplo que no depende de si Moshé se dañó por ello, siempre debemos de actuar como debemos y la vonsecuenvis srtá por nuestros acyos y no por sus repercusiones..

  • Gracias mi Rav! Pues sí para nosotros lo santo es lo terrenal Sin embargo eso no quiere decir encasillar y juzgar terrenal lo que en muchos casos es excluyente y busca someter y dominar, muchos lo quieren ejercer así o si hago una flor de loto lo juzgan como acto profano que sería como decir que es profano tomar aspirina o ir al ginecólogo. Las líneas deben aclararse y yo me cuido de esos prejuicio extraños. Me gusta mucho la valoración y santificación de todo lo terrenal!

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