De Moshé se dice que “era muy humilde, más humilde que cualquier otro sobre la tierra” Es conocido el midrash Tanjumá, citado por Rashí, que nos cuenta que Qoraj se dirigió a Moshé acompañado por sus compañeros de conspiración, y le recordó su última alocución: “Habló .A. a Moshé diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles: hagan para ustedes tzitzit en los extremos de sus prendas, a través de sus generaciones, y dispondrán sobre los tzitzit de los extremos, un hilo tejelet” (Bemidbar 15: 37 – 38). Todos estaban vestidos con túnicas de color tejelet y preguntaron: ¿Acaso una prenda totalmente de color “tejelet”, está exenta de los tzitzit? Moshé respondió: “Es obligatorio colocarle los tzitzit”. Qoraj clamó: “¿Una prenda que es totalmente color ‘tejelet’ no logra eximirse a sí misma, y cuatro hilos si la dispensan?” (Tanjumá, Qoraj 4; Rashí en Bemidbar 16: 1.) El Midrash muestra cómo Qoraj desafió la autoridad de Moshé y el liderazgo de Aarón. “Porque la entera asamblea son todos santos”, son como sus prendas todas de color tejelet. En ese caso no necesitan de ningún agregado porque no se distinguiría. Sería totalmente superfluo. Un pueblo santo, para que sea más sagrado todavía, no necesita gente venerable adicional como Moshé y Aarón. La idea de una jerarquía de liderazgo en “un reino de sacerdotes y una nación santa” es una contradicción en los términos. Todo el mundo es como el sacerdote. Todo el mundo es santo. Si todos son iguales en dignidad ante .A., la jerarquía no tiene lugar. Una primera lectura del texto nos induce a pensar que Qoraj tenía razón. Entonces ¿en qué se equivocó? El error de Qoraj fue ver el liderazgo en términos de estatus. Para Qoraj, un líder es el controlador, director, dominador, ante quien la gente se postra. Es el jefe, el comandante, el superior, la persona a quien todos deben glorificar con “adhesión inquebrantable”. Eso es lo que los líderes eran y son en las sociedades jerarquizadas. Eso es lo que Qoraj significó al decir que Aarón y Moshé estaban por encima de las personas. Pero ése no es el modelo de liderazgo enseñado en la Torá. De Moshé se dice que “era muy humilde, más humilde que cualquier otro sobre la tierra” (Bemidbar 12: 3). Acerca de Aarón y los sacerdotes, en su condición de aquellos que bendicen al pueblo, dice “así invocarán mi nombre…, para que yo los bendiga” (Bemidbar 6: 27). En otras palabras, los sacerdotes eran meros vehículos a través de los cuales fluye la fuerza divina. Ni el sacerdote ni el profeta tenían poder o autoridad personal. Eran transmisores de una palabra que no era suya. Es por eso que la humildad no fue un accidente personal en el perfil psicológico de Moshé, sino parte de la esencia misma de su función. Incluso el más mínimo indicio de que estaban ejerciendo su propia autoridad, hablando su propia palabra o hacer su propia obra, era invalidada inmediatamente. Eso, de hecho, es lo que selló el destino de Moshé y Aarón cuando las personas se quejaron y dijeron: “Luego Moshé y Aarón reunieron a la asamblea frente a la roca, y Moshé dijo: « ¡Escuchen, rebeldes! ¿Acaso tenemos que sacarles agua de esta roca?» (Bemidbar 20: 10). Hay muchas interpretaciones de lo que salió mal en esa ocasión pero, sin lugar a dudas, es que atribuyeron la acción a sí mismos en lugar de adjudicarla a .A. (véase Jizkuni ad loc.). Incluso al rey se le ordena ser humilde. Debe llevar un rollo de la Torá con él y “la tendrá siempre a su alcance y la leerá todos los días de su vida. Así aprenderá a temer al Señor su .A., cumplirá fielmente todas las palabras de esta ley y sus preceptos, no se creerá superior a sus hermanos ni se apartará de la ley en el más mínimo detalle… “(Devarim 17: 19-20, y ver Rambam, Leyes de Reyes, 2: 6). En el judaísmo el liderazgo no es una cuestión de Estado, sino de la función. Pero, la ausencia de jerarquía no significa la ausencia de liderazgo. Un líder no tiene por qué ser mejor que sus dirigidos. Su papel es diferente. Debe coordinar, dar estructura y formar, asegurarse de que todo el mundo está siguiendo el mismo guion, viajando en la misma dirección, actuando como un conjunto y no como un caos. Tiene una visión y debe comunicarla. A veces tiene que imponer la disciplina. Sin liderazgo, incluso la gama más brillante de talentos produce solo ruido. Cuando no hay liderazgo sucede como en la época de los jueces: “en aquella época no había rey en Israel; cada uno hacía lo que le parecía mejor.” (Shoftim 17: 6, 21, 25). Eso es lo que sucede. En el judaísmo un líder es el siervo de .A., no de la gente, pero tampoco es el amo superior del pueblo llano. Nunca está por encima de ellos: él y ellos son iguales. Él no es más que su maestro, su guía, y defensor. Su tarea es recordarles sin cesar su vocación y les ayuda a ser fiel a ella. Ese fue, pues, el error de Qoraj. Pensó que los líderes son los que deciden sobre la congregación. Sin tzitzit, una túnica azul de tejelet es sólo un vestido, no una prenda sagrada. Sin el liderazgo, el pueblo judío es sólo un pueblo, un grupo étnico, no una nación santa. La forma de pensar de Qoraj no perduró. La humildad de Moshé nos sigue iluminando aún en nuestros días.