Ante una observación que le hiciera hace muchos años a una excelente educadora acerca de la existencia de nuevas técnicas para enseñar lo que había observado en su clase, su respuesta no se hizo esperar: “para qué cambiar si los alumnos al final aprenden lo que deseo”, sin darse cuenta que en su respuesta estaba la más terrible crítica a lo que hacía.
El desconocimiento de los textos bíblicos y rabínicos, y de la dinámica de la Halajá, hace que muchas comunidades carentes de líderes preparados y valientes, repitan modelos que ya demostraron su fracaso en ellos mismos, pero, temen aprender todo lo que contradiga sus convicciones, por miedo y por obsesión que hasta parece patológica. En las últimas décadas, en las sociedades industriales, se ha venido observando el incremento de un conjunto de patologías que, si bien se han visto siempre en las sociedades humanas, ahora nos deslumbran por los rasgos destructivos que las caracterizan.Estas patologías han adquirido un carácter epidémico y son reconocidas por su extraordinaria variedad y gravedad. Así mismo, muy a menudo comportan un alto grado de implicación orgánica y, finalmente, son temidas por las repercusiones que producen en el entorno familiar y social de las personas que las sufren. Suele ser habitual en las personas que sufren alguno de estos padecimientos, que la reducción o anulación de uno de ellos comporte la expansión inmediata de cualquier otro, sin solución de continuidad.
No es este el lugar para hablar de patologías, que no pueden ser entendidas aisladas de las diferentes estructuras psíquicas sobre la que se alojan (neurosis, psicosis, perversión), de las cuales son una manifestación más, y que nos confrontan a unos aspectos que merecen ser examinados con atención, pero sí a la compulsión a la repetición. Por supuesto, las personas seguirían cometiendo los mismos errores, al igual que con frecuencia se quejarían de la mala crianza que sufrieron y luego adoptarían el mismo comportamiento, convirtiéndose en sus propios padres. A veces, las personas pueden excusar sus elecciones imprudentes, diciendo que estaban respondiendo a eventos que precedieron a su transformación en agentes morales.Pero ¡La Torá dice que no! Dios te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de la esclavitud por lo que no puedes culpar a tu antigua esclavitud por tus acciones actuales. A cambio de su libertad, ahora es un agente moral responsable: “No debes volver por ese camino otra vez”. En él encontrarás casualmente el origen de tu esclavitud espiritual.
La Torá debe ser vista como la historia de nuestra libertad. La libertad no comenzó para nosotros con el Éxodo, sino con la aceptación de la responsabilidad de nuestras acciones ya con los errores de Adam y Javá.Y no estamos sin herramientas. Tenemos nuestra historia, y con esa historia tenemos nuestras formas de interpretarla. No destruimos lo que vino antes, pero tampoco lo llevamos innecesariamente; podemos tomar lo que es de valor y construir sobre él. Nuestra tradición, de hecho, nos anima a medida que avanzamos leyendo nuevos significados y prácticas en las leyes que se les dieron a nuestros antepasados.
“No debes volver por ese camino otra vez” se puede leer coloquialmente como “No vivas con repeticiones”. El mundo es nuevo y fresco, y está abierto a nuestras esperanzas, energía y compromiso. La libertad es aterradora: se siente mucho más seguro volver a las formas menos que satisfactorias, pero familiares, pero también es estimulante. El futuro no será como el pasado. Moshé dijo las palabras: “No debes volver por ese camino otra vez”; y las mismas siguen resonaron en los corazones y mentes. La existencia de un Estado Judío es un llamado de atención a quienes santifican la golá física y la espiritual pensando que todo tiempo pasado fue mejor. El tiempo mejor es el que debemos aspirar para elevar nuestro espíritu y unirnos fuertemente a nuestra fe en el Creador.Cada persona tiene además de la normativa común, un camino propio, que descubrirá explorándolo, sin regresar al espacio detrás del mar de la Cañas, la esclavitud de Mitzraim.
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