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La enseñanza del sevivón

Publicado en Aurora 4 de noviembre 2021

Los eventos presenciados durante los días del Janucá histórico, inspiraron un cambio.

 

El movimiento de liberación, consiguió la independencia de Antíoco IV Epifanio, rey de la helénica dinastía seléucida. Los macabeos consiguieron la independencia judía en la Tierra de Israel durante un siglo, desde el 164 al 63 a.e.c.

La vida no siguió siendo la misma que antes. Durante los días de Janucá, los judíos aprovecharon la nueva oportunidad que se les ofreció: un avivamiento espiritual y una nueva dedicación a los valores religiosos y a una vida comprometida, algo verdaderamente grandioso.

El pueblo judío se comprometió en una nueva dedicación nacional a la Torá y la tradición. “Rededicación” es el significado mismo de la palabra Janucá. Los Sabios esperaron un año completo antes de declarar festivo a Janucá. ¿Por qué no establecieron la festividad inmediatamente después de los grandes milagros de la batalla desproporcionada y la quema durante ocho días de un frasco de aceite puro en la Menorá? La respuesta es que los Sabios esperaron para ver si el cambio era duradero. ¿Había transformado realmente la vida del pueblo judío? Solo entonces, cuando los Sabios vieron el impacto que cambió la vida, consideraron que esta historia era grandiosa, digna de celebración para siempre.

El pueblo judío, en los días de Janucá, actuó heroicamente, no solo en el campo de batalla, sino también para renovar y fortalecer su lealtad a Dios y a la Torá.

Una hermosa reflexión del rabino Yosef Soloveitchik, que fuera el paradigma del judío ortodoxo moderno y que apoyara, al tiempo del estudio de los textos clásicos, los saberes seculares y la cultura mundial, y el Sionismo nos da un ejemplo de la Torá. El rav Soloveitchik tomó el versículo de la Torá de Shemot-Éxodo 3:3 que dice «El ángel de .A. se le apareció en forma de llama de fuego, en medio de una zarza. Vio que la zarza estaba ardiendo, pero que la zarza no se consumía. Dijo, pues, Moshé: «Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema…»», y preguntó “¿Por qué Moshé no lo llamó un nes, un milagro? ¿Por qué simplemente dijo: “Veo algo genial, esa gran visión”?.

Aunque Moshé sabía que estaba presenciando un milagro, eso no era lo que lo intrigaba. Lo que cautivó a Moshé fue el mensaje que escuchó. Fue una gran vista por una razón: porque Moshé respondió al llamado de Dios. El simple hecho de ver algo sobrenatural no impresionó a Moshé. La zarza ardiente era «grande» en su mente y corazón porque en esa interacción extraordinaria, Moshé asumió un nuevo desafío y trazó un nuevo curso en su vida. El momento fue transformador. Moshé aceptó una nueva misión.

El rabino Soloveitchik enseñó: «No siempre es necesario que un evento sea milagroso para ser grandioso, y no todo evento milagroso es un gran evento». Un evento es grandioso solo si ocurren las siguientes cosas: fomenta el cambio, impacta a la persona, marca el comienzo de una nueva era y produce grandes cosas. No es crítico determinar si el evento fue o no milagroso o natural. No importa cuán milagroso sea un evento, es muy «pequeño» si se desperdicia.

Ahora podemos comprender mejor la idea de Janucá tal como la consagraron los niños durante muchos siglos.

El «dreidel» es el nombre en idish, del «sevivón» como llamamos en hebreo a la perinola o peonza de cuatro caras, con la que se juega durante la fiesta de Janucá. Si bien ya era conocida hace por lo menos cinco siglos por muchas culturas, se convirtió en el símbolo de la fiesta.

En el pasado se le adjudicó a cada lado de la perinola una letra del alfabeto hebreo: נ (Nun), ג (Guimel), ה (Hei), ש (Shin), que juntos forman el acrónimo de (Nes Gadol Hayia Sham – «un gran milagro ocurrió allí»). Estas letras forman también una regla mnemotécnica para las reglas de un juego de azar jugado con un dreidel: Nun representa la palabra nisht («nada»), Hei representa halb («medio»), Guimel para gants («todos»), y Shin para shtel («coloca»). En Israel, el cuarto lado de la mayoría de los dreidels está inscrito con la letra פ (Pei), haciendo que el acrónimo, se lea Nes Gadol Hayia Po – «Un gran milagro ocurrió aquí», en referencia al milagro que ocurrió en la tierra de Israel.

Hace muchos siglos que en Janucá los niños juegan, muchas veces sin saberlo, con las palabras representadas por letras y recién años después aprenden su significado.

Esta enseñanza habla directamente del gran milagro de Janucá. Estos eventos fueron grandiosos porque produjeron una transformación del pueblo judío. Los judíos demostraron que no solo podían derrotar a un enemigo feroz en el campo de batalla, sino que también podían purificar la contaminación espiritual de toda una población, una nación que abrumadoramente se había hundido profundamente en la impureza del alma y la contaminación del espíritu.

Al celebrar estos eventos cada año, también debemos aspirar a emular este tipo de heroísmo notable en nuestras propias vidas.

Así Janucá seguirá vivo en nosotros.

Yerahmiel

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