LAS PRIMEROS FRUTOS DEVUELVEN A LA PERSONA A SUS COMIENZOS

 

Hace mucho tiempo, en los días en que éramos agricultores y pastores en la Tierra de Israel, la Torá nos enseñaba que cuando recogíamos nuestras cosechas, debíamos poner los primeros frutos de nuestra recolección en una canasta y llevarlos como ofrenda a Dios.

En este pasaje, la Torá relata la única oración de la antigüedad de la cual todavía tenemos un registro. Es tan elocuente como simple: “El sacerdote (hacohen) tomará la canasta de tu mano y la depositará frente al altar del Eterno tu Dios. Luego recitarás lo siguiente ante .A. tu Dios: “Mi padre era un (arameo) sirio a punto de perecer; y procedió a bajar a Egipto y a residir allí como forastero con muy pocas personas en número; pero allí llegó a ser una nación grande, poderosa y numerosa. Y los egipcios se pusieron a tratarnos mal y afligirnos e imponernos dura esclavitud. Y empezamos a clamar a .A. el Dios de nuestros antepasados, y .A. procedió a oír nuestra voz y a mirar nuestra aflicción y nuestra desgracia y nuestra opresión. Por fin .A. nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido, y con gran aterramiento, y con señales y milagros. Entonces nos trajo a este lugar y nos dio esta tierra, tierra que mana leche y miel. Y ahora aquí he traído las primicias de los frutos del suelo que .A. me ha dado’” (Devarim 26: 4-10).

Ciertamente, esta no es una oración en ningún sentido convencional: no ruega a Dios, no pide nada, no contiene ningún Aleluya o bendiciones a Dios. Es solo una historia simple. ”Entonces tienes que depositarlo delante de .A. tu Dios e inclinarte delante de .A. tu Dios. Y tienes que regocijarte por todo el bien que .A. tu Dios les ha dado a ti y a tu casa, tú y el levita y el residente forastero que está en medio de ti”.

Todo ello después de contar la historia de dónde vengo. Dónde he estado. Por qué estoy aquí. Y entonces… ofrezco estos primeros frutos de mi cosecha.

Escribir, y recitar, la historia de nuestra vida consiste en prestar atención a nuestra alma. Perder el contacto con lo que es nuestra vida es causa de desesperación, ansiedad, depresión y apatía. Nos separa de la conexión esencial con nuestra propia alma.

Uno puede agregar otra razón: el mandamiento de traer los primeros frutos al Templo expresa el atributo de gratitud. La persona desciende a su campo, mira su cosecha y reconoce que todo lo que tiene proviene de Dios, como se afirma en el verso resumen: ” Y tienes que regocijarte por todo el bien que .A. tu Dios les ha dado a ti y a tu casa, tú y el levita y el residente forastero que está en medio de ti” (Devarim 26:11). En esta sidrá, hay un verbo operativo principal que se repite una y otra vez: la raíz nun-tav-nun, para dar. Estos son: “Te da”, que aparece dos veces “para darte” y “quien te dio la tierra”, “Dios me dio” y “el Señor tu Dios te dio”. Al estar personalmente agradecido e identificarse con la abundante generosidad de Dios, una persona aprende a retribuir a Dios por todo lo que ha hecho por la nación de Israel, por su liberación y por su redención.

Nuestros sabios eligieron incluir estos versículos en la Hagadá de Pesaj, en lugar de los de Shemot 34:26: “Lo mejor de los primeros frutos maduros de tu terreno has de traer a la casa de .A. tu Dios”. La recitación al traer los primeros frutos mira hacia atrás, comenzando la descripción de la redención desde el tiempo de Yaakov. De esta manera, entendemos que hay un plan Divino que lidera nuestra nación. El Éxodo de Egipto sirve como el paradigma de cómo Dios ha ayudado históricamente a Israel a través de las generaciones, y le agradecemos en la noche del Seder por toda Su ayuda a través del tiempo.

Las primeras frutas devuelven a la persona a sus comienzos, a su fuente, a su tierra. La persona toma el primer fruto que le recuerda pensar en sus principios básicos, su fundamento, y así comienza a pensar en los comienzos de la Nación, los antepasados de nuestra tierra, y el bien que Dios les concedió.

El Sefer Hajinuj (mitzvá 606) nos explica que el principio subyacente [detrás del mandamiento de los primeros frutos] es que una persona gire sus pensamientos para llegar a la verdad en su corazón y actualizarla verbalmente. Así, cuando Dios lo ha ayudado y lo ha bendecido a él y a su tierra dando frutos, y ha merecido traer los frutos a la Casa de nuestro Dios, es apropiado que piense y exprese verbalmente que todo le vino del Señor del Universo, y debería hablar de su bondad hacia nosotros y hacia todo Israel en general.

Es por eso que la declaración comienza con nuestro antepasado Yaakov, a quien Dios rescató de Lavan, y de nuestra servidumbre a los egipcios, con Dios salvándonos de sus manos. Después, la persona le pide a Dios que perpetúe la bendición sobre él. Al estar agradecidos a Dios por todo el bien que ha hecho por nosotros a lo largo de las generaciones, interiorizaremos dentro de nosotros mismos que todo es de Dios: “porque todo le vino del Señor del Universo” (ibíd.).

En toda la sección de la Torá sobre los primeros frutos, la descripción de la esclavitud y el Éxodo de Egipto está formulada en un lenguaje que incluye a toda la nación, a través de todas las generaciones, particularmente el tiempo de la persona que hace la declaración en el momento. Así, uno que trae los primeros frutos dice: “los egipcios nos trataron con crueldad”, “y nos afligieron”, “clamamos al Señor” y “el Señor nos sacó de Egipto”. Este estilo nos enseña que todos y cada uno en la Nación de Israel es un componente integral de toda la nación, y debe sentirse asociado con el destino de todos los eventos que involucran a la nación.

Todo judío debe saber que sus éxitos personales son parte de la comunidad contemporánea, así como una parte del proceso histórico de todo el pueblo judío. Es posible que esa sea la fuente de la declaración de nuestros sabios de que “En cada generación, debes verte a ti mismo como si hubieras salido personalmente de Egipto” (Pesajim 116 b). La Nación de Israel es un solo cuerpo, una unidad orgánica, y es parte del curso de toda nuestra historia.

Dando gracias en la Tierra de Israel: La ceremonia de los primeros frutos es especialmente edificante, ya que la Torá le dice a la Nación de Israel cómo agradecer a Dios por el Éxodo de Egipto cuando entraron en la Tierra de Israel.

Ingresar a la tierra (utilizando la raíz bet-yod-alef) se enfatiza cuatro veces en la sección de los primeros frutos: “cuando vengas (tavó) a la tierra”, “traerás (taví) de tu tierra”, “Vine (bati) a la tierra, Él nos trajo (vayevienu) a este lugar. “ Además, la presentación de los primeros frutos se describe en términos de traer, “He traído (heiveiti) los primeros frutos de la tierra.” Tenemos el privilegio de haber venido a la tierra y sacar nuestros primeros frutos de ella.

Cuando finalmente vengamos a nuestra tierra y podamos vivir pacíficamente y en armonía, siempre debemos recordar, trayendo los primeros frutos, nuestras raíces y origen, es decir, recordar el Éxodo de Egipto y la bondad de Dios hacia nosotros en todas las generaciones.

Además, es la santidad de la Tierra de Israel lo que nos permite ver el curso completo de la historia en mayor profundidad. Solo en la Tierra de Israel, podemos apreciar plenamente el significado de la esclavitud y la libertad, y del propósito del patrón de eventos a lo largo de nuestra historia.

Para resumir: ¿Qué es especialmente apropiado acerca de la proclamación de los primeros frutos para la Hagadá?

a) Es una unidad completa, que podemos aprender completamente al mismo tiempo y de manera sucinta.

b) En estos versículos, la Torá nos enseña a contar el Éxodo de Egipto.

c) La sección sobre los primeros frutos trata sobre la gratitud (usa varios construcciones idiomáticas diferentes con la raíz nun-tav-nun relacionada con “dar” como lo expresamos renglones arriba), y desde nuestra propia gratitud personal aprenderemos a agradecer Dios por todo lo bueno que hace.

d) La sección sobre los primeros frutos describe no solo el Éxodo de Egipto sino también una parte de la secuencia histórica. La redención de la Nación de Israel se construye a partir de un plan Divino que abarca todas las generaciones.

e) Los nacientes frutos son “primeros”, lo que nos recuerda mirar y dar gracias por las raíces de donde provenimos.

f) La proclamación sobre los primeros frutos se recita en plural, incluida toda la Nación de Israel, a lo largo de todas las generaciones, incluidas todas las dificultades que ha enfrentado y su redención desde que se fundó. ¡Cada individuo sabe que su éxito también es parte de la comunidad! En cada generación, una persona debe considerarse a sí misma como si él hubiera dejado Egipto.

g) La proclamación sobre los primeros frutos se hace dentro de la Tierra de Israel (la palabra para “entrar” aparece cuatro veces). Incluso cuando vivimos en paz y tranquilidad, no nos olvidamos de mostrar nuestro aprecio por toda la secuencia histórica que nos trajo al presente. Dentro de la santidad de la tierra, dentro de nuestras vidas naturales dentro de Tierra Santa, podemos ver la historia con mayor profundidad. Recordamos, y en consecuencia comprendemos, nuestra tarea y misión en este mundo.

Pero la historia no es todo. Después de haber ofrecido nuestra canasta de primicias y recitado nuestra historia, la Torá continúa: “Y disfrutarás, junto con la [familia del] levita y el extraño en medio de ti, toda la abundancia que el Eterno tu Dios ha otorgado sobre ti y tu casa” (Devarim 26:11).

Después de haber recitado su historia, conéctate con gratitud, encuentra motivos de alegría y encuentra a aquellos que necesitan ayuda y comparte lo tuyo con generosidad.

 Confesión de los Diezmos

“Maldito el que pervierta el derecho del extranjero, del huérfano y de la viuda”. Y dirá todo el pueblo: “Amén”. Devarim 27:19 “El tercer año, el año del diezmo, cuando acabes de separar todo el diezmo de tus frutos, darás también al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda, para que coman en tus aldeas hasta saciarse. Y dirás delante de .A., tu Dios: “He sacado lo consagrado de mi casa, y también lo he dado al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda, conforme a todo lo que me has mandado; no he transgredido tus mandamientos ni me he olvidado de ellos”. Devarim 26:12-13 “Entonces dirás estas palabras delante de .A., tu Dios: “Aramí que quiso que mi padre perezca, hasta que descendió a Egipto y habitó allí con pocos hombres. Allí creció y llegó a ser una nación grande, fuerte y numerosa. Los egipcios nos maltrataron, nos afligieron y nos impusieron una dura servidumbre. Entonces clamamos a .A., el Dios de nuestros padres, y .A. oyó nuestra voz y vio nuestra aflicción, nuestro trabajo y nuestra opresión. .A. nos sacó de Egipto con mano fuerte, con brazo extendido, con grande espanto, con señales y milagros; nos trajo a este lugar y nos dio esta tierra, tierra que fluye leche y miel”. Devarim 26:5-9 Si la de hoy fuera la primera lectura de nuestra vida de esta parashá y hubiéramos llegáramos a ella comprendiendo el texto pero sin haber estudiado nunca las infinitas interpretaciones de la Torá, igualmente podríamos hacer un resumen de las normas sociales con la lectura de los tres fragmentos citados. El primero se refiere a los derechos del “otro”, el segundo a nuestra casa y a nuestra familia, y el tercero a toda la nación. A partir de ellos podríamos explicar claramente las bases del pensamiento judío. Esta parashá es una intersección entre el texto de Devarim y los capítulos que finalizarán la lectura de todo el Pentateuco. La serie de mitzvot que estuvimos estudiando a lo largo del libro se clausura con la de Bicurim y con la Confesión de los Diezmos, para dar paso al texto de despedida. Digno marco que nos recuerda nuevamente nuestras obligaciones con los más necesitados, incluso cuando ellos son “extranjeros” o ajenos. Cuando recogemos los frutos a tiempo y los podemos llevar al Templo, debemos reconocer antes que nada la magnanimidad del Creador que bendice nuestra tierra y proclamar jubilosamente que no nos hemos olvidado del cumplimiento de los deberes con el Leví, el extranjero, el huérfano y la viuda, ni hemos violado los mandamientos. Ahora somos libres, y tenemos incluso independencia económica y en estos momentos no está demás contar con memoria histórica recordando a uno de nuestros antepasados. Sí a un miembro de nuestra propia familia que fue malvado y que intentó engañar a otro de nuestros antepasados. Ese personaje ruin, que se presenta tras declaraciones de solidaridad y amor, de buena voluntad y de buenas intenciones, que se aprovecha de nuestra ingenuidad no puede estar ausente porque nos acompaña siempre. La declaratoria nombrándolo, es para tener presente que si bien debemos seguir siendo idealistas, necesitamos estar alertas frente a quienes desean hacernos el mal. (Si aceptáramos otras lecturas del mismo versículo, podríamos afirmar que no está de más recordar el tiempo de nuestras carencias cuando contamos con abundancia, para estimularnos a ayudar a otros carenciados). Esta parashá nos trae además el pacto según el cual once acciones diferentes provocan que sus autores sean maldecidos. Prohibiciones que por lo general se transgreden en forma privada. Ese acto solemne realizado antes del ingreso a la Tierra de Israel tiene mucha fuerza por sí mismo cuando el poder intimidatorio de la ley no es suficiente para que sea aplicada. La enumeración de las maldiciones nos descubre así un nuevo modelo de derecho que a su vez inspira su relación con normas legisladas muchos años después, casi sin percibirlo. Hay delitos y faltas que no se pueden comprobar o que aún no han sido legisladas y si siguiéramos el principio que todo lo que no está expresamente prohibido es lícito, permitirían, como lo hacen en la mayoría de los códigos, absolver al culpable. “Nullum crimen, nulla poena, sine lege praevia”, es una regla que para quienes hablamos español no necesita traducción y fue creada para dar seguridad a las personas y evitar se comentan contra ellas injusticias. No hay crimen ni pena sin una ley previa, establece el principio de tipicidad y de irretroactividad de las normas penales y debemos festejarlo. Pero, a veces no es suficiente. Incluso otra regla instaura, justamente que no hay pena sin condena en juicio. Pero, todos sabemos que no siempre los delitos pueden ser probados. Entonces, viene nuestra parashá y nos trae una pena de otro tipo: la maldición, diciéndonos, que no se alegren aquellos que buscan y más de una vez consiguen esconderse en los recovecos de la ley que infringen solapadamente y que pueden seguir presentándose en sociedad como personas honorables. Quizás nadie se haya enterado de sus faltas, pero, hay un ojo que ve, un oído que oye, y una mano que escribe todo en un registro indeleble. Y si eso no fuera suficiente, está la voz de “maldito” que la sociedad grita, condenando al supuesto inocente. Y, la Torá nos obliga nuevamente a elegir. Y nosotros elegimos, ya tan cerca del Día del Juicio, de su propio texto: »Si realmente escuchas a .A. tu Dios, y cumples fielmente todos estos mandamientos que hoy te ordeno, .A. tu Dios te pondrá por encima de todas las naciones de la tierra. Si obedeces a .A. tu Dios, todas estas bendiciones vendrán sobre ti y te acompañarán siempre: Bendito serás en la ciudad, y bendito en el campo. Benditos serán el fruto de tu vientre, tus cosechas, las crías de tu ganado, los terneritos de tus manadas y los corderitos de tus rebaños. Benditas serán tu canasta y tu mesa de amasar. Bendito serás en el hogar, y bendito en el camino. .A. te concederá la victoria sobre tus enemigos. Avanzarán contra ti en perfecta formación, pero huirán en desbandada. .A. bendecirá tus graneros, y todo el trabajo de tus manos. .A. tu Dios te bendecirá en la tierra que te ha dado. .A. te establecerá como su pueblo santo, conforme a su juramento, si cumples sus mandamientos y andas en sus caminos. Todas las naciones de la tierra te respetarán al reconocerte como el pueblo del Señor. .A. te concederá abundancia de bienes: multiplicará tus hijos, tu ganado y tus cosechas en la tierra que juró a tus antepasados que te daría. .A. abrirá los cielos, su generoso tesoro, para derramar a su debido tiempo la lluvia sobre la tierra, y para bendecir todo el trabajo de tus manos. Tú les prestarás a muchas naciones, pero no tomarás prestado de nadie. .A. te pondrá a la cabeza, nunca en la cola. Siempre estarás en la cima, nunca en el fondo, con tal de que prestes atención a los mandamientos de .A. tu Dios que hoy te mando, y los obedezcas con cuidado. Jamás te apartes de ninguna de las palabras que hoy te ordeno, para seguir y servir a otros dioses».


 

Yerahmiel

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