En nuestros días es común que en ciertos sectores del pensamiento y la acción, y no sólo de nuestra fe, se deje a la decisión subjetiva de la persona su elección de la verdad. Y, no sólo de su verdad, sino de la Verdad universal. Hay quienes establecen narrativas nuevas acerca de hechos históricos, y al leer los textos, los reconstruyen, los rescriben y los prescriben. Muchas veces sin criterio. Otras, sólo porque sí. Ello es válido en las elecciones personales derivadas de procesos filosóficos, y cada quien aceptará o no lo que dice el otro. No a ellos me refiero. Pero, cuando esas actitudes se aplican en intentos de explicar la gesta libertaria de Pesaj, se vuelven no solamente contradictorias e irrelevantes, sino son un desacierto respecto a la posibilidad de educar.
Pesaj, es uno de los elementos más enriquecedores de la identidad judía, por lo que es importante sujetar la fecha a su significado, sin distorsiones. Es imprescindible permitirnos vivir la festividad a partir de nuestra propia narrativa histórica, que no en vano, fue consagrada en el precepto de relatar a los hijos, en Éxodo 13:8 “Y en aquel día contarás a tu hijo, diciendo: Es a causa de lo que hizo conmigo el Eterno cuando salí de Egipto”. Ello debe reproducirse intangible de generación en generación, para convertirse en una experiencia nacional. En las actitudes respecto al día, solemos marcar las diferencias entre “Pesaj Mitzraim” – lo sucedido durante los acontecimientos y lo que los judíos debieron hacer, de “Pesaj Dorot”, los textos, costumbres y conductas que deben ser llevados a cabo por las generaciones. Pero, tanto Pesaj Mitzraim como Pesaj Dorot, tienen una actualidad que supera las mismas tradiciones, al grado que ya el profeta Jeremías, nos dice: (16:14-15) “Pero he aquí, vienen días, dijo el Señor, que no se dirá más: Vive el Eterno, que hizo subir a los hijos de Israel de tierra de Egipto; sino: Vive el Señor, que hizo subir a los hijos de Israel de la tierra del norte, y de todas las tierras adonde los había arrojado; y los volveré a su tierra, la cual di a sus padres”.
Pesaj Dorot, el de las generaciones, inspira aquellas pascuas producidas después de otras redenciones, y que tampoco deben ser olvidadas. Ni siquiera en nuestra generación en la que fenómenos en los que pasamos de las acciones de la “medianoche” de la oscuridad se convirtieron en luz.
Había un arpa que colgaba sobre la cama de David, cuando se hacía medianoche, soplaba un viento del norte y lo hacía tañer… nos relata el Talmud en Brajot 3b, quizás diciéndonos que, cuando Israel deja el arpa colgada, ese mismo instrumento que había recibido como obsequio divino, llegan los vientos tormentosos, y le recuerda sus obligaciones… si uno se distrae o se duerme y no toca su música, vienen otros e interpretan las suyas en esa misma arpa. También otros tocan otras músicas en nuestra arpa, cuando nos proponemos tocar otras músicas en instrumentos ajenos, distorsionando nuestra verdad. La medianoche de David, puede significar la medianoche oscura de la Historia, del abandono, de la indiferencia, de la asimilación. Estos son los momentos más propicios para tomar el instrumento musical y hacerlo vibrar con música propia. Lo que pedía Isaías (26:20) “¡Ve, pueblo mío, entra en tus habitaciones y cierra tus puertas por dentro; escóndete por un instante, hasta que pase la ira!”, ya no es guía para quienes deseamos vivir libremente.
En el seder podemos – debemos – abrir las puertas de par en par para cantar salmodias de alegría, compartiendo la mesa con los necesitados (incluso antes de preocuparnos que hayan otros quienes les organicen sedarim colectivos).
En Deuteronomio 16:3, leemos “No comerás con ella leudo; siete días comerás con ella panes ázimos, pan de aflicción, porque aprisa saliste de tierra de Egipto, para que te acuerdes del día en que saliste de la tierra de Egipto, todos los días de tu vida”. El recuerdo del Exodo se expresa diariamente en la lectura del Shema y en el cumplimiento de muchos preceptos y en la noche del seder, nadie está exento de revisar la historia personal de sus ancestros, que es la propia. El recuerdo del Exodo debe hacerse al mismo tiempo que lo hacen los judíos del mundo y en una fecha definida: “¿Podemos desde el novilunio de nisán? –Dice “en ese día”, y si dice “en ese día”, ¿puede ser de día?, no, aprendemos de “a causa de ello”… cuando la matza y el maror están colocados delante de ti. En la situación en la que cada uno de nosotros debe verse como saliendo personalmente de Egipto. El objetivo del ceremonial no es sólo educar a los hijos sino que previamente educarnos a nosotros mismos, así seamos sabios conocedores de todas las escrituras y las tradiciones. No sólo a nuestros padres se redimió de la esclavitud sino también a nosotros. En el momento del Exodo fuimos pueblo, y nos merecimos la Torá y la Tierra de Israel.
Sólo recorriendo lo más exactamente posible el mapa de la Hagadá, preguntando y preguntándonos, comiendo el pan de la pobreza, ingiriendo hierbas que al principio parecen dulces como la esclavitud pero que se vuelven amargas, derramando de las copas de vino cada vez que leemos acerca de las plagas, para saber que aun cuando el enemigo sufre nosotros no podemos permitirnos alegría completa, y relatando y viviendo, sabremos salir, como antaño, de las esclavitudes que nos atan todavía de manera conciente e inconsciente.