Quienes concurrimos a la sinagoga no olvidaremos nunca la muerte de Nadav y Avihú, los dos hijos de Aarón y sobrinos de Moshé, cuando se acercaron a la presencia de .A., porque escuchamos la lectura de la Torá y son parte de nuestra narrativa histórica.
Incluso durante la lectura se nos escapan algunas lágrimas por la tragedia.
Más de setenta años han pasado, Ajarey Mot, después de la muerte de millones de nuestros antepasados en el Holocausto y a pesar de que los campos fueron liberados en 1945, hay criminales de guerra que todavía están en juicio y hay sobrevivientes que recorren el mundo, para compartir sus recuerdos, pese a su edad, y muchas veces pese a su estado de salud.
El mundo sigue girando y a tan poca distancia en el tiempo, no sólo hay quienes no recuerdan el martirio de nuestros hermanos y de personas de distintos credos y razas, sino que hay quienes intentan borrar la historia.
Ello sucede a diario frente a nuestros ojos.
Como judíos tenemos la obligación de erradicar el mal en el mundo y nunca olvidar. Y nuestro deber excede en mucho hacerlo entre nuestro pueblo, porque el mal, sigue asolando a todo el universo.
Ajarey Mot de nuestros hermanos, sabemos lo que se espera de nosotros: luchar por la vida en todos los frentes.
Nuestros hermanos y las otras víctimas de la Shoá ya no están con nosotros, pero, los asesinos se multiplican de manera tal que ya no existe un centímetro cuadrado del globo, ni siquiera en las democracias, en las que el judío pueda sentirse seguro.
La excepción es Israel.