Parashat Tzav comienza con la mitzvá de terumat hadeshen, la eliminación de las cenizas del altar, el ritual que comienza el servicio en el Santuario cada mañana. La guemará en Masejet Yoma (22a) dice que, inicialmente, la práctica entre los sacerdotes era que quien deseara quitaba las cenizas del altar. Y cuando había muchos sacerdotes que deseaban realizar esa tarea, el privilegio de hacerlo estaba determinado por una competición entre ellos: los sacerdotes corrían y ascendían en la rampa que conduce a la cima del altar. El cohen ganador de la carrera recibía el privilegio de quitar las cenizas, incluso relata de un empujón de un cohen a un colega para ganar la carrera. Pero luego, hubo un período en el que los cohanim que sirven en el Mikdash no venían por la mañana para cumplir el ritual de terumat hadeshen, por lo que la selección se realizaba por sorteo.

La Guemará agrega que acostarse tarde para dormir es diferente de levantarse muy temprano, para la tarea matinal. No es tan difícil quedarse hasta tarde para quemar las extremidades en el altar como lo es levantarse antes del amanecer para quitar las cenizas.

Para atraer a los cohanim “de servicio” para que se presentaran cada mañana a fin de considerar este ritual, los rabinos aprobaron que quien fuera seleccionado para terumat hadeshen también ganaría el derecho de disponer la leña sobre el altar, actividad que consideraban muy distinguida. Era un incentivo para que los cohanim asistan y participen en el sorteo del ritual terumat hadeshen.

¿Por qué los cohanim no mostrarían interés en el terumat hadeshen, y por qué cambiaría su actitud si se les ofreciera el derecho de colocar la leña en el altar?

Rav Aharón Liechtenstein opinó que muchos cohanim consideraron que Terumat Hadeshen era una función demasiado humilde. Esencialmente, este ritual consistía en eliminar el hollín que se había acumulado en el altar desde la mañana anterior. Pocos cohanim expresaron interés en ser seleccionados para este trabajo, lo que incitó a los Sabios a adoptar incentivos con medidas atractivas en un esfuerzo por atraer a los cohanim para que realicen el ritual.

Tal como lo desarrolló Rav Liechtenstein el mensaje, está claro, Avodat Hashem significa precisamente eso: servir a Dios, en lugar de servirse a uno mismo. Si una persona no está preparada para realizar las tareas “menores” o no atractivas que conlleva la observancia de la mitzvá, entonces no puede ser considerado legítimamente un siervo fiel del Todopoderoso. Servir a Dios a menudo implica renunciar al honor personal. Por lo tanto, se esperaba que un cohen, el símbolo del verdadero siervo de Dios, realizara incluso la pequeña tarea de barrer el altar, para subrayar la importancia de comprometerse con los aspectos menos agradables de la observancia religiosa.

No pude evitar asociar estos comentarios con los líderes de los movimientos juveniles que, en su inicio, veían un privilegio realizar toda actividad en favor del prójimo y la sociedad, incluso la limpieza de la casa. Pero luego, progresaron en las posiciones liderales y sociales y muchos líderes se volvieron más “exquisitos”.

En nuestros días, muchos directivos comunitarios no tienen problema de quedarse hasta altas horas de la noche para discutir la raíz cúbica de la neblina comunitaria, creyendo que así sirven a Dios y a las personas, pero son los mismos a los que no se les verá madrugar para ir a la sinagoga para asegurar el minián ni moverán una silla para que alguien se siente en ella, excepto la propia para colocarla en la primera fila.

Esos son los directivos que se sirven a sí mismos en lugar de servir al Kehal. Los que creen que son paridos por las hadas. Quizás esa sea la razón de la decadencia del servicio público comunitario.                                                

Alguien deberá enseñarles que quien no está dispuesto, bajo el pretexto “es que somos voluntarios por lo que otros deben hacer el trabajo menos noble”, que no existe esa posibilidad. Quien no puede “sacar el hollín” que quedó del servicio sagrado, no tiene derecho de ubicarse para la fotografía en la primera línea ni de sentarse con otros líderes para intentar dar su voto para la solución de los problemas comunitarios. Si no lo comprendieron cuando decidieron ser directivos, ya no habrá incentivo para enseñarles el significado del verdadero liderato. 

Otra lectura del mismo texto de la parashá de esta semana contiene la mitzvá de ofrecer el Korbán Olá y la primera tarea que Aarón y sus hijos reciben es la Terumat Hadeshen – la eliminación de las cenizas que quedaron del fuego de la noche anterior en la parte superior del altar. El Jovot Halevavot – uno de los libros clásicos sobre la ética y la musar en el judaísmo, y que fuera la primera obra de rabí Bahya Ibn Paquda, que viviera en Zaragoza, España, en la primera mitad del siglo XI – dice que la razón es que la Torá es especialmente cuidadosa para evitar que las personas se vuelvan soberbias, altivas, arrogantes y engreídas. Incluso indica a Aarón que lo primero que tiene que hacer, cada mañana, es sacar las cenizas. 

También nosotros debemos quitar los deshechos de nuestro ser, ya que si tenemos en cuenta este concepto, no vamos a dejar que otros pensamientos suban a la cabeza y nos induzcan al error de creer que somos mejores que lo que realmente somos.

Y en la sinagoga, no estaría de más que por lo menos recojamos los sidurim a la finalización de cada tefilá y recojamos las sobras de cada Kidush, porque de eso se trata casualmente el verdadero liderato.

1 Comment

  • Grace Nehmad, 19 marzo, 2019 @ 11:48 pm Reply

    Me gusta mucho todo lo que mencionas mi Rav! Trabajar para equilibrarnos y pulirnos en todo momento y no dejar nada de lado. Yo soy una apasionada del orden y de la limpieza y parece que hubiera estudiado en escuela Montessori. Hubiera sido muy feliz limpiando esas cenizas todos los días. Amo los rituales y conexión con .A., se me dificulta seguir nuestro calendario, olvido los cumpleaños de las personas y sufro al respecto, pero todo es importante y me esfuerzo en pulirlo. La ropa no me intereza, pero a veces olvido que cuesta y no la valoro. Mis extrañas combinaciones me generan prejuicios exteriores de diferentes tipos y malas interpretaciones de mis actos. Pero al final, como señalas, se trata de pulirnos en todo y mejorar en cada tarea, de ser humildes y tratar de ponerse siempre en los zapatos de todo otro. Lo demás, sale sobrando y por su propio peso se revelan tarde o temprano las verdaderas intenciones de las personas, en especial, sabiendo que todo es una representación y lo importante es el fondo de nosotros que sólo .A. conoce por completo. Estamos aquí para pulir todo defecto y desequilibrio.

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