Parashat Ki Tavó comienza presentando la obligación de Bicurim, que requiere que un agricultor traiga los primeros frutos de su huerto que maduran al Beit Hamikdash, donde debe dar el fruto al cohen y hacer una declaración especial reconociendo que Dios nos ha dado la tierra de Israel. Las Mishnayot en Masejet Bicurim describen la fanfarria inusual que acompañó la procesión de personas que se dirigían a Yerushalaim con sus Bicurim. Los granjeros recibieron un honor y una distinción especiales, ya que varios grupos de dignatarios se apresuraron a saludarlos cuando entraban a Yerushalaim, y todos los artesanos de la ciudad dejarían de trabajar cuando la procesión pasara para darles una cálida bienvenida. (Bicurim 3: 3). Rav Yerahmiel Israel Yitzhak de Alexander, en Yismaj Israel, vio en este saludo especial a los granjeros una expresión del inmenso valor y valor de cada mitzvá que una persona realiza. Los dignatarios y artesanos de Yerushalaim dejaron de hacer lo que estaban haciendo para mostrar respeto a los granjeros simples, que no hicieron nada más que designar una pequeña cantidad de su cosecha como Bicurim, y luego llevarlos a Yerushalaim. Estos no eran eruditos, distinguidas figuras de liderazgo o filántropos adinerados que hicieron una generosa contribución al Bet Hamikdash. Hicieron algo bastante simple e excepcional, y es precisamente por eso, explica el Rebe de Alejandría, que se les dio tal honor y distinción. Esto se hizo para mostrarles a todos, y a todos nosotros, que incluso un acto mitzvá aparentemente “simple” es precioso, que cada pequeño acto de bondad es digno de respeto y honor. Rav Elimélej Biderman sugiere aplicar este concepto para dar forma a nuestra perspectiva sobre el proceso anual de introspección y arrepentimiento que experimentamos en el período de Elul a través de Rosh Hashaná y Yom Kipur. Es fácil ver este proceso cínicamente, a la luz de nuestras experiencias previas que no parecen haber arrojado resultados visiblemente significativos. Año tras año, recitamos las mismas oraciones especiales y escuchamos o leemos sobre la necesidad de arrepentimiento y cambio, pero muchos de nosotros no vemos ningún cambio en nosotros mismos. El Rebe de Alejandro aquí nos insta a nunca subestimar el valor y la importancia del más mínimo esfuerzo invertido en el servicio de Dios, y esto incluye el esfuerzo invertido en la elevada empresa de superación personal. Si somos sinceros en nuestro intento de crecer y mejorar, entonces hemos hecho algo precioso y valioso. Si bien, por supuesto, debemos esforzarnos genuinamente por realizar cambios significativos que perduren por el resto de nuestras vidas, y nunca sentirnos completamente a gusto con nuestra posición actual, también debemos reconocer el valor de los esfuerzos que no nos conducen directamente a nuestras metas. El proceso es en sí mismo precioso, incluso cuando está plagado de contratiempos y decepciones. Por lo tanto, no debemos menospreciar ningún esfuerzo que hayamos hecho en el pasado o que estemos haciendo en el presente, porque cada pequeño paso que damos es inmensamente significativo…

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