El tercer patriarca del pueblo judío, Yaakov, entró en negociaciones con su suegro Labán, y en su transcurso usó, las primeras palabras en arameo o siríaco “yegar sahaduta”, «montículo del testimonio», para nombrar las piedras erigidas como un monumento conmemorativo de la alianza entre él y Yaakov. Y Yaakov lo llamó Galaad en hebreo (Bereshit 31:47).

Cuando fuimos exiliados a Babilonia, no sólo aprendimos las formas escritas y habladas de arameo, sino que también modificamos la “escritura hebrea” o “ktav d’etz” con letras arameas, que se utilizamos hasta el día de hoy. La creciente importancia del arameo como la lengua hablada entre los que regresaron a la Tierra Santa fue el factor principal que obligó la compilación de las traducciones arameas ya en el período de Ezra. Como afirman los estudiosos rabínicos en Meguilá, 3 b,…“Ezra llevó la ley ante la asamblea, que estaba compuesta de hombres y mujeres y de todos los que podían comprender la lectura, y la leyó en presencia de ellos en la plaza que está frente a la puerta del Agua” que nos cuenta el libro de Nejemía 8, es una referencia a la explicación de la Torá en la traducción aramea. No es sorprendente que nuestros sabios rabínicos establecieron lo siguiente en la Mishná 4 de Meguilá 4: “El que lee la Torá no puede leer menos de tres versículos; él no puede leer al traductor más de un versículo a la vez, o tres en el caso de la lectura de los profetas; pero si estos tres forman tres párrafos separados deben leerlos uno por uno…”. En los tiempos talmúdicos, una persona traducía los pasajes de la Torá a la congregación.

El arameo perdió su estatus cuando fue abandonado por la sociedad en especial con el surgimiento del Islam y el uso de los idiomas árabes. No obstante, sigue siendo utilizado como segunda lengua santa para nosotros y es de vital importancia en la literatura talmúdica, los midrashim y en el libro de oraciones, el sidur. Con las palabras que guardamos en ese idioma nos unimos al sonido de las voces de Yaakov y otros de los grandes patriarcas de nuestro pueblo.


Que el comportamiento de Esav indicaba que no quería una participación forjando la nación judía). Como se mencionó anteriormente, Yaakov y Esav iban a ser socios, con Yaakov como maestro del reino espiritual, y Esav como supervisor del reino físico. La bendición de Isaac estaba destinada a Esav, ya que la bendición en sí misma estaba dirigida hacia el mundo físico, y esta era la esfera de la misión de Esav.

Una vez que Yaakov se dio cuenta de que debía estar solo, tomó la bendición de Esav, para recibir las herramientas para asumir las responsabilidades de Esav). En esencia, Lea le recuerda a Yaakov la bendición cooptada para indicarle que ella, como compañera de Esav, debería ser ahora socia de Yaakov, el hombre que ha asumido el papel de Esav.

En resumen, el matrimonio de Lea con Yaakov, y el de Rajel con Yaakov siete días después, no son simplemente una historia de la picaresca polígama, tienen un sentido verdadero y noble.

Ambas mujeres estaban enfocadas en la construcción del pueblo judío, y el curso de los acontecimientos en sus vidas fue motivado por sus impulsos espirituales. Siendo este el caso, no es de extrañar que la Torá nos habla acerca de los ojos “tiernos” de Lea. En lugar de un defecto, son clave para su grandeza, ya que son el resultado de la expresión física de su anhelo de contribuir al surgimiento de una nación.

El llanto en la plegaria para pedir favores divinos es un millón de veces preferible al que provoca lágrimas en el lamento por los errores y pérdidas.

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