La parashá de esta semana, colmada de normas de distinto tipo, comienza con una disposición que, entre tantas, parece casi innecesaria, o por lo menos, intrascendente frente a tanto reglamento, estatuto y ordenanza. Es la del esclavo que llega a declarar que no desea recobrar su libertad, por la causa que desee, aún por el amor, a su mujer y a sus hijos nacidos en el cautiverio, el amo debe hacerle comparecer ante jueces, llevarlo a una puerta, o al marco de una puerta, y allí agujerearle la oreja con un punzón para que pueda quedar dominado, no parece fundamental. Si no quiere liberarse que se quede. No parece que nadie tiene derecho de impedírselo.
Pero…
Nuestros sabios nos dicen que esa oreja que oyó «Yo soy el Señor tu Dios. Te saqué de Egipto, del país donde eras esclavo”, no tiene derecho de someterse a la esclavitud nuevamente. No puede permitir que nada ni nadie lo haga cautivo. Por eso la Torá inicia la parashá de esta semana marcando la ignominia de llevar la marca de la esclavitud en la oreja.
Pero, me parece que hay otra causa más, y es la que con cada persona que se somete voluntariamente a la esclavitud, aumenta el brillo de la sangre concentrada que se convirtió en el escalón de zafiro ubicado a los pies de la Divinidad, doliente por ese sufrimiento. Como que el sacrificio fue en vano.
La Halajá nos pauta que cuando alguien cae en el servicio divino, no necesita ser cubierto con mortajas, su alma, su sangre se reúne al banquillo de zafiro del sacrificio y de la lucha por la libertad.
Ningún ser humano con vocación de esclavo tiene allí cabida.
Tampoco los que desean ser esclavos de sí mismos. Quienes tienen alma de esclavos terminan esclavizando al otro. Por eso, la Torá nos da esta norma. Para que no olvidemos ni el sufrimiento de quienes debieron luchar en este mundo para ascender al otro ni el de quienes siguen cayendo para que quede claro a todos que «Yo soy .A. tu Dios. Yo te saqué de Egipto, del país donde eras esclavo“… Ser siervo de .A. impide ser esclavo de otro ser humano.
Pese a que tomar la decisión correcta no debería ser problema para nadie, los seres humanos se equivocan, y llevan, en castigo, en forma visible o no, la marca en la oreja. También en nuestros días, tan lejanos del Sinaí, tan cercanos de la esclavitud… Pero, hay otras opciones. La de la libertad de las esclavitudes terrestres y el sometimiento a la Voluntad Celestial por amor, es una de ellas.
Evidentemente es la más difícil, pero, es la que debemos intentar hasta el cansancio.
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