In Memoriam del rav Norman Lamm z”l

La Torá desarrolla una serie de temas humanos que muchas veces pasamos por alto. Encontramos un ejemplo en esta sidrá que nos presenta, incidentalmente, la anivut. “El hombre Moshé era muy humilde, más que hombre alguno sobre la haz de la tierra (Bemidbar 12: 3). Anivut significa humildad y modestia, la virtud pasar desapercibido, de no esforzarse por sobresalir.

La Torá quiere enseñarnos a reconocer que nuestros logros son triviales, y que debemos considerarlos en su justa proporción, tomando a Moshé como modelo. Si una persona de tanta trascendencia y poder podía ser un anav cuánto más nosotros, mortales comunes, debemos ser recatados, respetuosos, deferentes y afables. 

Pero… también esa probidad tiene límites.

El rabino Naftali Tzvi Yehuda Berlin (1816 – 1893) conocido como El Netziv, nos ofrece otra definición de anivut (en su Haamek Davar). Dice que anivut no se refiere al auto descrédito sino a la autocontención. No implica una escasa apreciación de uno mismo y sus logros, sino propone rebajar la arrogancia y renunciar a buscar cavod, honor y reconocimiento.

Ser un anav significa reconocer el verdadero valor, pero sin proponer, ni proclamar ni imponer el reconocimiento de sus virtudes a los amigos y vecinos. Representa apreciar el talento, sin enfatizarlo ni subestimarlo, pero absteniéndose de presumirlo en todo momento. Anivut significa no exigir que las personas se inclinen ante ti debido a tus talentos, habilidades y logros. Anivut significa reconocer los dones que te otorgó Dios misericordioso, y que posiblemente no merecías. Denota no asumir que debido a que tienes más competencia te conviertes en un individuo que todos deben apreciar. Anivut marca un duro desafío, que permite mantenerse en silencio ante la injusticia que se sufre cuando no se obtiene reconocimiento, tener amabilidad al recibir honor, dignidad en la respuesta a la humillación, moderación ante la provocación, tolerancia y calma frente a la calumnia y a la crítica.

Y es esta la característica sobresaliente de Moshé como se revela en su relación con Aarón y Miriam, quienes no solo fueron ingratos con él sino que también se entrometieron en su vida personal. Otro ser humano, habría respondido brusca y rápidamente. Los habría confrontado con su afirmación difamatoria, o les habría respondido con una aguda réplica, o al menos les habría lanzado una mirada de molestia e irritación. Pero, “El hombre Moshé fue el más humilde, más que cualquier otro hombre sobre la faz de la tierra”, y aunque consciente de sus logros espirituales, de su papel como líder de su pueblo, incluso de su importancia histórica para todas las generaciones, no mostró sentimientos de dolor o sensibilidad, de cavod herido. No había en su persona ningún resabio de orgullo, arrogancia, dureza ni hipersensibilidad. ¡Y fue capaz de escribir esas mismas palabras sin timidez!

La calidad de anivut, es entonces, una de las características más hermosas a las que podemos aspirar. No es necesario alimentar los sentimientos de inferioridad para ser un anav. De hecho, cuanto más maduro se es y asumen los méritos en su justa proporción, es mayor la anivut. El individuo que se siente seguro y que reconoce sus logros como reales puede permitirse ser humilde, ser un anav.

Porque es esta combinación de cualidades – grandeza interna y humildad externa – que aprendemos de nada menos que Dios mismo. El Talmud (Meguilá 31a) lo expresó de esta manera: “Dondequiera que encuentres una referencia en la Torá del poder del Santo, Bendito sea, también encontrarás una referencia a Su humildad adyacente. La evidencia de este hecho está escrita en la Torá, repetida en los Profetas y declarada por tercera vez en los Escritos. Está escrito en la Torá: “Porque el Señor tu Dios es el Dios de los dioses y el Señor de los señores” (Deuteronomio 10:17), y está escrito inmediatamente después “que hace justicia al huérfano y a la viuda, y ama al forastero, a quien da pan y vestido”   (Íb. 10:18), mostrando su humildad al cuidar incluso a las partes más débiles de la sociedad. Se repite en los Profetas: “Que así dice el Excelso y Sublime, el que mora por siempre y cuyo nombre es Santo”. «En lo excelso y sagrado yo moro, y estoy también con el humillado y abatido de espíritu, para avivar el espíritu de los abatidos, para avivar el ánimo de los humillados.” (Isaías 57:15), Se declara por tercera vez en los Escritos, como está escrito: “Cantad a Dios, salmodiad a su nombre, abrid paso al que cabalga en las nubes, alegraos en .A., exultad ante su rostro” (Tehilim 68: 5 y 6). “Padre de los huérfanos y tutor de las viudas es Dios en su santa morada”.

La anivut de Dios significa su suavidad, gentileza, amabilidad, su respeto. Aquí, entonces, hay una enseñanza del judaísmo que no podemos permitirnos prescindir. Cuando tratamos con el otro, debemos recordar que si hablamos con dureza y altivez, revelamos nuestra falta de seguridad, y si replicamos impacientemente, mostramos nuestra falta de autoestima y la poca valoración que tenemos de nosotros mismos y de nuestras capacidades.    

Practiquemos anivut en todas nuestras relaciones humanas. Si esta anivut no logra de inmediato hacernos verdaderamente excelsos, al menos nos ofrecerá los dividendos de un mejor carácter, una vida más feliz, relaciones sociales más relajadas y el primer eslabón de la nobleza de carácter judía.

Las letras invertidas

Dos letras del texto de la lectura de esta semana, nos permiten discurrir y reflexionar acerca de la manera de mantener el equilibrio de estar comprometidos con el mundo mientras estamos totalmente implicados con la Torá. Cuando la sociedad permite la plena integración de los judíos, puede ser extremadamente desafiante equilibrar estos mundos. Mezclarse con el mundo moderno es una tentación que con demasiada frecuencia se produce a expensas de la Halajá, lo que produce como reacción en algunos sectores de exigir el divorcio del otro y en quienes no resisten el desafío en la opción por el mundo ajeno que tiene muchos atractivos difíciles de resistir.

La parashá puede servirnos de inspiración para navegar en las aguas procelosas del mundo en el que nos encontramos enriqueciéndonos por ello en todos los sentidos de nuestro espíritu.

Dos letras en la parashá de esta semana dan una idea de este desafío.

Si vemos la escritura en el pergamino o en muchos jumashim notaremos que hay una anomalía de dos letras nun. Estas aparecen invertidas y separan los dos versículos finales del décimo capítulo del Sefer Bemidbar.

La Guemará (Shabat 116a) afirma que esas letras en realidad hacen que su interior se constituya en un sefer propio. “Rabí Yehuda Hanasí dice: ‘los signos están ahí porque esta porción se considera un libro en sí misma’. Lo que haría que la Torá no tenga cinco sino seis libros, pese a que uno comprendería únicamente poquísimos versículos.

El Midrash Haneelam, “Midrash místico” cabalístico, atribuye gran importancia a las de letras nun invertidas, las “nunin hafujin”. El autor las llama, “la mismísima gloria de Hashem y el fundamento del mundo… y Dios redimirá a Israel y traerá al Mashíaj por el mérito de estas dos letras nun“.

¿Qué tienen de importante un par de letras nun invertidas?

El Midrash Haneelam encuentra una correlación entre las letras nun y la bendición de Yaakov: “vayidgú larov, serán abundantes como los peces”. Ello porque nun es la palabra peces en arameo.

Así el rabino Norman Lamm z”l, explica que los nunin hafujin simbolizan a los peces que están dispuestos a nadar río arriba y contra la corriente.

Cuando llevamos nuestra Torá al mundo con nosotros, cuando Benei Israel estaban a punto de llevar al arca al desierto, debemos recordar la lección de las letras nun invertidas. Acordarse que, como hijos de Israel, estamos llamados a ir en contra de nuestro deseo de seguir la cultura y las prácticas de la mayoría gentil dentro de la que nos encontramos. Esto es lo que Rav Soloveitchik quiso decir con “El hombre de fe solitario”. Avraham se llamaba haivrí, que significa estar “del otro lado”; por lo tanto, a Abraham se le llama el hombre que está del otro lado. El mundo entero estaba de un lado y Avraham del otro.

El rav Aharon Lichtenstein zt’l (1933 – 2015) enseña que Abraham nos demuestra que es posible liberarse de las presiones de la sociedad y la familia y nadar contra la corriente. El Midrash enseña que la palabra yehudí –judío-, deriva de la palabra yejudí -único, individual-. A veces ser judío significa ser diferente, destacarse en el medio circundante e incluso ser impopular. 

 Mientras tratamos de superar la dificultad de ser un judío comprometido con la Torá en el mundo moderno, le pedimos al Creador a ayudarnos a vencer al enemigo dentro nuestro para que no seamos arrastrados por las mareas de la cultura secular y darnos la fuerza para ser un judío auténtico incluso y especialmente, cuando eso implica nadar río arriba, contra la corriente para que nuestra identidad sobreviva.

Ante la absoluta libertad del desierto… lamentamos las cadenas

La riqueza de la Torá nos permite descubrir en cada palabra, y hasta en cada letra, secretos inescrutables que no se presentan en ningún otro texto que conocemos.

Vemos un ejemplo en este fragmento de la lectura de este Shabat: “¡Cómo echamos de menos el pescado que comíamos gratis en Egipto! ¡También comíamos pepinos y melones, y puerros, cebollas y ajos! Pero ahora, tenemos reseca la garganta; ¡y no vemos nada que no sea este maná!»… Moshé escuchó que las familias del pueblo lloraban, cada una a la entrada de su tienda, con lo cual hacían que la ira del Eterno se encendiera en extremo. Entonces, muy disgustado, Moshé oró al Eterno: —Si yo soy tu siervo, ¿por qué me perjudicas? ¿Por qué me niegas tu favor y me obligas a cargar con todo este pueblo? ¿Acaso yo lo concebí, o lo di a luz, para que me exijas que lo lleve en mi regazo, como si fuera su nodriza, y lo lleve hasta la tierra que les prometiste a sus antepasados?  Todo este pueblo viene llorando a pedirme carne. ¿De dónde voy a sacarla?  Yo solo no puedo con todo este pueblo. ¡Es una carga demasiado pesada para mí!  Si éste es el trato que vas a darme, ¡me harás un favor si me quitas la vida! ¡Así me veré libre de mi desgracia!”.

De este texto estudiamos sobre el ser humano más que de cualquier tratado de sociología y de psicología social. De cómo, teniendo cubiertas todas sus necesidades, las familias no sólo permanecen inconformes sino que protestan porque no se han satisfecho sus gustos aprendidos en la esclavitud. Y además, algo muy importante sobre la mentalidad “esclava” (y todos la tenemos un poco)… ¡idealizamos la esclavitud! Ante la absoluta libertad del desierto… lamentamos las cadenas, no nos acordamos de las vilezas, el asesinato infantil, el trabajo sin tregua y sin objetivo alguno, no queremos ser libres, queremos volver a la esclavitud!

Pero, aprendemos mucho más aún de la personalidad de Moshé. Él, líder indiscutible del grupo, reconoce ante .A. que no puede con el pueblo que se ha convertido en una carga demasiado pesada para él.  Su frustración es grande al grado que pide morir. Pero aquí hay que fijarnos en que no pide la muerte para todo un pueblo tan insidioso, pide morir él ya que no puede con la carga.

Pero… no menos admirable es su respuesta a las habladurías de sus propios hermanos: “Moshé había tomado por esposa a una “cushit”, así que Miriam y Aarón empezaron a murmurar contra él por causa de ella.  Decían: « ¿Acaso no ha hablado el Eterno con otro que no sea Moshé? ¿No nos ha hablado también a nosotros?» “Y el Eterno oyó sus murmuraciones”… y el verso siguiente nos sorprende con la afirmación que “Moshé era muy humilde, más humilde que cualquier otro sobre la tierra”. La continuación es bien sabida, pero, ante esa agresión de su propia familia, Moshé queda sin palabras. No le contesta a su hermana que le había salvado la vida cuando Faraón decidió exterminar a todos los niños, ni a su hermano que le había seguido a lo largo de la vida. Ante la provocación que surge en la propia familia no tiene discurso. Di-s es quien sale a su defensa y  lo hace en su nombre “¿Cómo se atreven a murmurar contra mi siervo Moshé?» 

La respuesta a la conducta de Moshé se encuentra  en el versículo 3 que interrumpe la secuencia del relato: “Moshé era muy humilde, más humilde que cualquier otro sobre la tierra”. 

Cuando el pueblo se subleva a .A., Moshé sale a defender la justicia, pero, cuando es él quien sufre de los ataques, responde con el silencio.

La humildad no es auto-humillación. Es la capacidad de permanecer en silencio. Es poder cambiar la propia perspectiva por la del “otro” considerando y teniendo en cuenta el punto de vista, la concepción del mundo, los intereses, la ideología del otro; y no dando por supuesto que la “de uno” es la única posible. Es reconocer la majestad del Creador, la belleza del mundo, el poder de las grandes ideas, la llamada de los grandes ideales. La humildad es rechazar la ostentación de lo que se posee. Es valorar en su justo valor a otras personas. Es saber escuchar. Es no tener la falsa modestia de los pequeños que se creen grandes, y de los pequeños aún que se creen enormemente grandes.

Moshé como líder desafía a la gente, hasta el cansancio. Como ser humano, prefiere soportar las afrentas y después incluso pedir para que sus ofensores no sean castigados. La mayoría de los actos generosos se hacen en silencio, alejándose en lo posible del reconocimiento público. Esa es la mayor  revelación del espíritu humano, porque la virtud no necesita anunciarse.


 

3 Comments

  • Roberto Hofman, 11 junio, 2019 @ 1:24 pm Reply

    Excelente y amena lectura.
    Nos enseña en pocas palabras la magnitud de la Torá y nuestras creencias

  • Grace Nehmad, 12 junio, 2019 @ 3:56 am Reply

    No decaer mi Rav! Que la fe en .A. persista en todo momento. Saber callar yescuchar profundamente, esperar con fe y paciencia, con trabajo y perseverancia. Elevarnos siempre, curarnos. Cerca siempre de la tierra, sembrar desde el centro del alma y vinculados a todo otro, sembrar para dar. Gracias mi Rav!

  • Grace Nehnad, 8 junio, 2020 @ 3:44 am Reply

    Gracias mi Rav! Inspirarnos en la humildad de Moshé. Atrevernos a elevarnosve interceder por la curación de otros, qué belleza para enfocarnos en nuestras tareas de vida con fe renovada y no quejarnos…

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