El libro Bemidbar comenzó ordenando las tribus y organizando el campamento para entrar en la Tierra y cumplir el Plan Divino, pero luego todo salió mal. Las quejas, la falta de fe e incluso la rebelión dejaron a los hijos de Israel en el desierto 39 años más que el plan Divino original. Los propósitos para el futuro del pueblo judío sin Moshé no incluyen la violencia al azar o la anarquía, a pesar de los preparativos en curso para las batallas que permitan ingresar a la Tierra Prometida y las guerras que iniciaron los habitantes de la zona para impedir el cumplimiento de esa misión sin tener ninguna causa para ello. Y deben obligatoriamente incluir situaciones que puedan educar al pueblo.

El final de Bemidbar trae ejemplos del tipo de planificación estratégica que discuten Moshé y Dios y allí encontramos ilustraciones de la forma en que deben ser aplicados los planes. Todo ello cuando parte del pueblo se presenta con alegatos a pedir por lo que cree son sus derechos y los convierten abiertamente en rebelión contra la autoridad de Moshé.

En Parashat Matot, nos encontramos con que los israelitas acamparon en las estepas de Moav, en la orilla oriental del Jordán, los ganaderos de Reuvén, Gad y la media tribu de Menashé piden quedarse en un rico territorio fuera del territorio original: “dijeron, si hallamos gracia en tus ojos, dese esta tierra a tus siervos en heredad, y no nos hagas pasar el Jordán” a lo que respondió Moshé preocupado: ¿Irán vuestros hermanos a la guerra, y vosotros os quedaréis aquí? ¿Y por qué desanimáis a los hijos de Israel, para que no pasen a la tierra que les ha dado .A.? (Bemidbar 32: 5).

Después de algunas explicaciones y negociaciones, Reuvén, Gad y la media tribu de Menashé aceptan ser tropas de choque para el resto de los israelitas al entrar en batalla en primer lugar, siempre que puedan regresar y morar en el lado oriental del Jordán. Moshé no vivió para ver el plan a cabo, pero podemos encontrar el plan todavía firmemente en su lugar cuando se lee en el libro de Yehoshúa, capítulos 1, 4, 13.

Lo importante notar aquí es que dentro de los fines fijados hay lugar para tácticas que surgen en la búsqueda del bien común.

Al final de parashat Masey, la última porción de Bemidbar, nos encontramos de nuevo con las hijas de Tzlofjad, que provocaron una legislación importante en Parashat Pinjás. Que dicha solicitud anterior (su “derecho”, ‘mishpatán’, Bemidbar 27: 5) para heredar de su padre fue aprobado por Dios cuando primero que se acercaron a preguntar: “Y .A. respondió a Moshé, diciendo: bien dicen las hijas de Tzlofjad; les darás la posesión de una heredad entre los hermanos de su padre, y traspasarás la heredad de su padre a ellas. (27: 6-7), pero esta vez sus parientes varones apelan la decisión anterior, señalando que: “Y si ellas se casaren con algunos de los hijos de las otras tribus de los hijos de Israel, la herencia de ellas será así quitada de la herencia de nuestros padres, y será añadida a la herencia de la tribu a que se unan; y será quitada de la porción de nuestra heredad” (36: 3).

Moshé no necesita ir a consultar esta vez directamente a Dios y afirma estar respondiendo a las hermanas “al pi .A.”, “por orden del Eterno” “Entonces Moshé mandó a los hijos de Israel por mandato de .A., diciendo: La tribu de los hijos de Yosef habla rectamente” (36: 5). Moshé modifica la nueva ley, al exigir que las mujeres que heredan tierras ancestrales se casen en un clan de la tribu de su padre (36: 6), lo que limita la elección de las mujeres de los cónyuges y mantiene la propiedad dentro de la tribu.

Y “Como .A. mandó a Moshé, así hicieron las hijas de Tzlofjad”. (36:10). Estos dos temas, nos enseñan que cuando individuos o un colectivo del pueblo tienen solicitudes positivas que puedan beneficiarles sin afectar al resto del pueblo, pueden concurrir a las autoridades para pedir obtener excepciones de las normas consagradas. Eso es correcto y Moshé consultando con .A., llega a la conclusión que es permitido.

Estos momentos históricos nos enseñan principios fundamentales sobre la ley, el liderazgo y vida.

No cabe duda de que al unirse juntas y hablar, Majlá, Noa, Tirtsá, Hogla, Milca y los líderes de las tribus provocaron cambios que de otro modo no habrían ocurrido y todo ello siguiendo lo que .A. decidió.

En tiempos rabínicos se establece que se dio permiso a las tribus a casarse con personas que no son de su misma tribu y ello provocó que el acto sea conmemorado dentro de varias semanas, en la festividad de Tu Beav (el 15 de Av). El Talmud (Taanit 30b) dice que en ese día, entre otras cosas, “se dio permiso a las tribus a casarse entre sí”.

La eliminación de las barreras tribales para el matrimonio es un momento crítico fundador de la nación en la historia judía.

Es interesante hacer notar que Sefer Bemidbar termina notando que las hijas de Tzlofjad “hicieron lo que el Señor le ordenó a Moshé” (36:10). Suena casual pero no lo es. Ya que nos enseña que todo se realiza en el marco de lo establecido por la Torá, las posibilidades son mucho más amplias que las que cree la mayoría de los judíos de nuestro tiempo que no alcanzó a estudiar los vericuetos del Talmud y la Halajá y la gigantesca Responsa de nuestros sabios a las consultas jurídico-religiosas que se presentaron en el transcurso de los últimos siglos. La Torá es Torat Jaim, una enseñanza que tiene vida y actualidad.

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