Los líderes de las tribus dijeron: “Déjanos edificar aquí apriscos de piedra para nuestro ganado y ciudades para nuestros pequeñuelos”… (Bemidbar 32:16-17). Moshé responde: “Edifíquense ciudades para sus pequeñuelos y apriscos de piedra para sus rebaños, y deben hacer lo que ha procedido de su boca” (vers. 24).

Quien lea con refinamiento este diálogo podrá encontrar una sutil diferencia en el orden de las prioridades entre las tribus que deseaban quedarse en la Transjordania y lo que les dijo Moshé.

Los líderes de Rubén y Gad colocan a sus propiedades antes que la de las personas, hablan de sus rebaños en primer lugar.

Moshé invierte el orden, poniendo especial énfasis en el lugar que deben ocupar los niños.

El midrash nos dice que el Santo, bendito sea, les dijo: “Al ver que han demostrado mayor amor por su ganado que por las almas humanas, no tendrán bendición”.

Y la historia demuestra que esa aseveración se cumplió inexorablemente.

Lo que Moshé plantea con palabras tan simples, es fundamental para comprender el judaísmo en su totalidad, también en nuestros días.

Aquellas tribus y comunidades que invierten en la generación del futuro no sólo se mantendrán con vida sino, se sentirán jóvenes. Quienes dan prioridad a los bienes, a los edificios, a las obras ostentosas y rimbombantes y para construirlas postergan la educación, simplemente desaparecen cuando el brillo de los edificios se acaba irremediablemente con el tiempo.

Fuimos testigos de la quiebra de más de una institución que tenía para invertir en los edificios pero no para pagar los salarios de los maestros, ni los libros para los niños. Que construyeron grandes bibliotecas pero no pagaban buen salario a las bibliotecarias.

También de aquellas en las que los alumnos se apretaban en las aulas y no dejaron de estudiar ni un día.

Éstas últimas siguen y seguirán en pie.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *