Parashat Sheminí narra la trágica muerte de los dos hijos mayores de Aharón, Nadav y Avihu, quienes fueron consumidos por el fuego cuando trajeron una ofrenda aventurada de incienso en el Mishcán. Leemos que después de su muerte, Moshé convocó a sus dos primos, Mishael y Eltzafan, y les ordenó que trajeran los restos de Nadav y Avihu desde el Mishcán (De modo que Moisés llamó a Mishael y Eltzafán, los hijos de Uziel, tío de Aarón, y les dijo: “Acérquense, llévense a sus hermanos de enfrente del lugar santo hasta fuera del campamento”.  Se acercaron, pues, y se los llevaron en sus trajes talares hasta fuera del campamento, tal como Moisés había hablado. (Vaikrá 10: 4).

Surge la pregunta de por qué esto no fue hecho por los familiares afligidos, a saber, los dos hijos sobrevivientes de Aharón (Elazar e Itamar). Aunque eran cohanim, quienes generalmente no pueden entrar en contacto con  la impureza ritual que resulta de un cuerpo muerto, la Torá explícitamente permite que los cohanim manejen los restos de familiares inmediatos (“Pero por un pariente consanguíneo suyo que le es próximo, por su madre y por su padre y por su hijo y por su hija y por su hermano y por su hermana, una virgen que le es próxima, que no haya llegado a ser de ningún hombre, por ella podrá contaminarse” Vaikrá 21: 2-3). Además, la Guemará establece en Masejet Zevajim (100) que si un cohen se niega a convertirse en tamé –  con el propósito de enterrar a un familiar, se ve obligado a hacerlo contra su voluntad. Y de acuerdo con el Rashb”a (Responsum 27), esta halajá se aplica incluso si otras personas están disponibles para atender los restos del pariente. ¿Por qué, entonces, los otros dos hijos de Aharón no cuidaban los restos de Nadav y Avihu? (Aharón era un cohen gadol, a quien no se le permite entrar en contacto con tuma ni siquiera en el caso de un familiar fallecido, por lo que la pregunta se relaciona solo con sus dos hijos sobrevivientes).

El Ramban (comentando a 10: 6) explica que una horaat shaa, (una medida temporal excepcional) estaba vigente que otorgaba a los hijos restantes el estatus de cohen gadol (sumo sacerdote). En el versículo 6, leemos que Moshé le ordenó a los hermanos sobrevivientes que no observaran ninguna práctica de duelo, porque debían conducirse como un cohen gadol, que no observa el duelo por la muerte de un miembro de la familia. De manera similar, explica el Ramban, a los hermanos restantes se les prohibió convertirse en impuros al manejar los restos de Nadav y Avihu, como si fueran cohanim guedolim (sumos sacerdotes).

Torat Cohanim, sin embargo, parece haber entendido de manera diferente. Al comentar sobre este versículo (4), Torat Cohanim escribe: “Sobre esta base, [los Sabios] dijeron que los cohanim no pueden volverse impuros por los cadáveres”. Torat Cohanim vio claramente este incidente como un precedente para la prohibición general que prohíbe a los cohanim exponerse a Tumat met –la impureza ritual por el contacto con muertos. La pregunta entonces vuelve: ¿cómo reconciliamos esta prohibición con la halajá introducida explícitamente más adelante, permitiendo e incluso obligando a los cohanim a convertirse en impuros en el caso de la muerte de un miembro de la familia?

El Malbim explica este pasaje en Torat Cohanim sobre la base de un comentario de Tosefot en Masejet Sanedrín (52a). Tosefot aborda la cuestión de si los restos de Nadav y de Avihu fueron calcinados, dado que, según una visión en el Talmud, sus cuerpos fueron completamente quemados. Si todo lo que quedaba eran cenizas, entonces parecería que no hay tuma (impureza ritual). Tosefot sugirió que tal vez los cuerpos se quemaron, pero las cenizas permanecieron en forma de esqueleto. La Guemará en Masejet Nidá (27b) escribe explícitamente que el tuma se transmite a través del contacto con las cenizas de un cuerpo humano si la forma del cuerpo se conserva, y así los restos de Nadav y Avihu generan el tuma. Según Tosefot, explicó Malbim, podemos entender fácilmente por qué a los cohanim supervivientes no se les permitió eliminar los restos de Nadav y Avihu. La Guemará establece en Masejet Nazir (43b) que cohanim puede contraer tuma en el caso de la muerte de un miembro de la familia solo si el cadáver está intacto. Cuando el cadáver es jaser (“deficiente”, o si le  falta alguna parte), no se le permite a un cohen entrar en contacto con él, incluso en el caso de un familiar fallecido. Esta halajá está codificada en el Shulján Aruj (Yoré Deá 373: 9).

Comprensiblemente, entonces, estaba prohibido que los hermanos de Nadav y Avihu entraran en contacto con los restos, que, como vimos, consistían solo en cenizas –y eran indefinibles e irreconocibles- y que, por lo tanto, caerían en la categoría de jaser.

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