La Guemará en Kidushin 31a comenta que cuando las naciones gentiles oyeron de los primeros Diez Mandamientos, como la proclamación de “Yo soy el Señor tu Dios” y la prohibición contra la idolatría, ellos no estaban impresionados. Ellos dijeron, “Lijvod atzmó hu doresh” – Dios estaba emitiendo estos mandatos para Su propio honor y engrandecimiento. El pueblo del mundo atribuyó a Dios el deseo humano natural de prestigio, y asumió así que exigía el respeto y la lealtad exclusiva de sus súbditos, como lo haría cualquier soberano mortal. Sin embargo, la perspectiva de las naciones cambió cuando escucharon el quinto de los Diez Mandamientos, el mandato de honrar a los padres. Cuando aprendieron que Dios quiere que Sus súbditos honren no sólo a Él, sino también a sus “compañeros” en la creación de la gente, se impresionaron y reconocieron que incluso los primeros mandamientos eran apropiados y justos.
Es fácil y tentador escribir a líderes religiosos y maestros como auto-promotores que simplemente buscan prestigio, para responder a mensajes religiosos significativos al cobrar “Li-jvod atzmo hu doresh” – todo es un intento barato de ejercer control y ganar el respeto. La representación del Midrash de la respuesta cínica de las otras naciones a los primeros varios mandamientos simboliza probablemente la respuesta similar que se da a menudo a los que suenan la voz de la conciencia y llaman para una mayor devoción a Dios.
Hay, sin embargo, otro mensaje transmitido por el comentario de la Guemará. A saber, la gente no va a tomar la religión en serio, siempre y cuando sus representantes den la impresión que buscan su auto-engrandecimiento. No podemos esperar que traigamos honor a nuestra religión mientras la gente encuentre una base para afirmar, “Lijvod atzmo hu doresh“, que somos impulsados por motivos impuros y egoístas. Es sólo cuando dejamos claro que somos sinceros en nuestro compromiso con Dios, que tratamos de traer honor a Él y no a nosotros mismos, para que podamos comenzar a alcanzar este objetivo.
La Guemará en Berajot 17b comenta que si una persona se involucra en la Torá aprendiendo “sheló lishmá” – con motivos insinceros – entonces “hubiera sido preferible que no hubiera nacido”. Tosefot, en Pesajim 50b, explican esto como referente a personas que estudian con el propósito de ganar estatura y prestigio. Tal persona no sólo carece de un elemento importante que debe acompañar nuestro compromiso religioso. Más bien, difama la Torá, haciéndola parecer un vehículo más para ganar fama y honor. Jaza”l advierte que los cínicos nos van a acusar de “Lijvod atzmó hu doresh” hasta que se demuestre lo contrario, y es nuestra obligación evitar suministrar cualquier combustible a esta carga, para dejar perfectamente claro que aprendemos y practicamos la Torá por devoción sincera a Dios, y no por contemplación a nuestro ego.