La turbulenta saga del pueblo judío que lo transbordó de la desilusión y contrariedad a la liberación, da un giro nuevo y momentáneamente prometedor, con la incursión en la tierra de Canaán de doce exploradores.

Después del repugnante exceso de voracidad y apetencia de carnes que se corona con las codornices y de la desastrosa crítica de Miriam y Aarón a Moshé, esta expedición parece diseñada a desviar la atención de las incomodidades del presente y la nostálgica idealización del pasado. Llegó el momento de ir en pos de las bendiciones del futuro.

Al regresar de su viaje con un sarmiento con un racimo de uvas tan descomunal que requirió que dos hombres lo cargaran, los exploradores informan que, tal como esperaban, la tierra “fluye leche y miel” (Bemidbar 13:27).

La evidencia arqueológica corrobora el relato bíblico.

A diferencia de la topografía del Israel moderno, los valles de la antigua Canaán aparentemente estaban bien regados. Las laderas, en cambio, estaban pobladas solo por la vida silvestre, incluidas las cabras salvajes que se alimentaban allí, y arbustos, árboles y flores que permitían el florecimiento de las abejas. La “leche y miel” que fluía en este desierto, tan diferente de la del Sinaí, provenía de las cabras y las abejas que poblaban el paisaje en tal profusión (Nogah Hareuveni, Ecología en la Biblia [Kiryat Ono: Neot Kedumim, 1974], pág. II).

La exuberancia de la naturaleza, sin embargo, no es el único tema de la narrativa de los exploradores. Traen noticias de ciudades fortificadas pobladas por “gigantes”: “No podemos atacar a esa gente, porque es más fuerte que nosotros… El país que atravesamos… devora a sus colonos…” (Íb. 13: 31-33).

Estas palabras reflejan la falta de confianza de los exploradores en sí mismos y en el Creador, en lugar de describir la realidad objetiva, y una tradición midráshica condena a los diez dirigentes como calumniadores y “tontos” (Bemidbar Raba 16: 2). Nejama Leibowitz llama a los exploradores “propagandistas”, inyectando sus opiniones subjetivas bajo el disfraz de informes objetivos y mezclando hechos y ficción (Studies in Bemidbar, pp. 138-141).

El efecto predecible de estas versiones de los hechos, ya sean conscientes o subconscientes, es la desmoralización. La comunidad estalla en gritos y llanto, volviéndose contra Moshé y Aarón. “¿Por qué nos trae .A. a esta tierra para caer a espada? Nuestras mujeres y nuestros hijos van a caer cautivos. ¿No sería mejor que nos volviéramos a Egipto?” Y se decían unos a otros: “Nombremos un jefe y volvamos a Egipto”. (Íb. 14: 3-4). De alguna manera pedían incluso quitar a Moshé.

Yehoshúa y Caleb, solos entre los doce jerarcas de las tribus, exhortan a la gente a confiar en Dios y en ellos mismos, pero sin éxito entre la masa. Dios, exasperado, amenaza con aniquilar a las personas “Les voy a enviar una epidemia mortal que les impida tomar posesión de esa tierra; pero de ti (Moshé) haré un pueblo más grande y más fuerte que ellos” (Íd. 14:12). Moshé, rechaza esta propuesta embriagadora para la mayoría de los humanos y apela al propio interés de Dios. Si destruyes a los israelitas, argumenta, los egipcios llegarán a la conclusión de que Tú, Dios, no puedes cumplir tus promesas. Perdona a esta gente, como es tu naturaleza (ver Íd. 14: 11-19).

Dios accede a esta apelación, pero en una condición horrible. De los adultos que salieron de Egipto, solo Yehoshúa y Caleb sobrevivirán para entrar en la Tierra Prometida. Cuando se transmite el decreto divino, la gente se ve abrumada por el dolor. Finalmente, demasiado tarde, se dan cuenta de la gravedad de su situación y están dispuestos a entrar en la Tierra, “porque estábamos equivocados” (Íd. 14:40). Sin prestar atención a la advertencia de Moshé de que están condenados, los israelitas intentan entrar en Canaán, solo para recibir un “golpe demoledor” por parte de los amalequitas y los cananeos.

Si el episodio de la codorniz en la parashá de la semana pasada nos recuerda que tener demasiado de algo bueno y que obtener lo que anhelamos puede ser una maldición en lugar de una bendición, la sidrá de esta semana enfatiza la importancia del autodominio, la confianza y la autoestima.

 La redacción del informe de los exploradores no es accidental. “Vimos también a los gigantes, a los descendientes de Anac. Al lado de ellos nos sentíamos como langostas, y así les parecíamos también a ellos”.  

Como aprendemos una y otra vez en nuestros días, si carecemos de una creencia firme en nosotros mismos y la justicia del reclamo del pueblo judío de una parte justa de Eretz Israel, otros también dudarán de nosotros y rechazarán la legitimidad de ese reclamo incluso con más vehemencia de lo que ya pueden hacer.

Lo que es más importante y peor, nos faltará la paciencia y la fortaleza necesarias para perseverar ante la oposición decidida y la calumnia, la hostilidad y la violencia implacables.

También aprendemos aquí la importancia del buen momento, la urgencia de aprovechar oportunidades únicas y aceptar los riesgos que conlleva. Si los israelitas recién liberados lo hubieran hecho, la Torá sugiere que habrían alcanzado su destino deseado en paz, en lugar de morir en el desierto.

Estamos a tiempo.

2 Comments

  • Grace Nehmad, 20 junio, 2019 @ 4:11 am Reply

    Qué importante mi Rav! Saber medirse, sacrificar con objetivos claros y no llorar ni quejarse, aceptar, fortalecerse y seguir, agradecerlo todo! Después también saber decidir y no dejarse llevar por malas influencias. Todas estas tareas parecen sencillas y son grandes retos que nos llevan por el camino de la Torá, acercándonos a nuestra verdadera misión en este planeta,

  • Sharona, 21 junio, 2019 @ 5:59 am Reply

    Excelente articulo muchas gracias

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