Los sabios dicen que el Lashón Hará, la maledicencia, calumnia y difamación ha causado muchas tragedias. La guemará en Sota 9b, nos relata el diálogo entre Javá y la serpiente en el inicio de la creación. En parashat Vayeshev hemos visto los problemas que le ocurrieron a Yosef resultó de su haber hablado Lashón Hará sobre sus hermanos, que provocaron su venta, y en última instancia fue la causa del exilio a Egipto (Bereshit Rabá 37: 2).
En la parashá Shelaj aprendimos las consecuencias de la maledicencia de los 10 exploradores de la tierra de Israel, que provocó el decreto de muerte en el desierto (Taanit 26). Vemos también la calumnia de Doeg, jefe del Rey Saúl mencionado en Shmuel I capítulos 21 y responsable de la muerte de un gran número de cohanim.
En el libro de Mishlé (18:21) del Rey Shlomó leemos que “La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos”. Una persona debe saber que la lengua es un arma muy poderosa, más eficaz que la espada. Una espada puede matar sólo de cerca, en lucha cuerpo a cuerpo, mientras que Lashón Hará habla golpear el corazón de alguien lejano, su fuerza es similar a la de un misil.
Cuando la parashá nos expone la relación lepra-maledicencia, cuya consecuencia es apartar al difamador de la sociedad, para luego recibirle, después de haberse purificado, nos da un ejemplo de misericordia divina.
Los calumniadores, difamadores, mendaces y perjuros, sin que lo perciban van siendo apartados de la comunidad y marginados también cuando nadie les dice nada. La enfermedad externa, que los impurifica, les permite no sólo arrepentirse de su conducta sino también pasar por un proceso de rehabilitación después del cual serán aceptados en la sociedad que entenderá no volverán por esa senda.
Lástima que en nuestros días no tengamos esos medios que son mucho más constructivos que el desprecio que reciben esos individuos en el consenso social y que pese a ello los inhabilita para poder enmendarse a tiempo.
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