Nuestro ideal es hacer todo “Leshem Shamaim”, para honrar el Nombre Celestial. Ello obliga a ser coherentes, sin descuidar prestar atención a nuestra voz interior. Existimos como pueblo mientras aprovechamos la libertad del pensamiento y el compromiso a la Halajá. Quienes abandonaron ese umbral, incluso sin proponérselo, se separan del pueblo judío. Debemos a aprender a ser medidos. La halajá se mueve a su ritmo, y a veces nos inquietamos deseosos que el mismo se altere, pero, la historia nos demuestra que es mejor que sea así. Si comenzáramos a alterar esa cadencia nos veríamos fuera de juego porque perderíamos la coherencia. La vida sinagogal, así como la comunitaria, deben ser totalmente libres en la expresión del pensamiento y muy cuidadosas en no liberar los límites de la norma bajo ninguna circunstancia.
“Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría [Instrúyenos en las profundidades de nuestras almas cuán corto es nuestro tiempo]. De mañana sácianos de tu misericordia, y cantaremos y nos alegraremos todos nuestros días. Alégranos conforme a los días que nos afligiste, y los años en que vimos el mal. [Muéstranos que todas las cosas son transitorias y cuán precioso es cada día]. Sea la luz de .A. nuestro Dios sobre nosotros, afianza la obra de nuestras manos; ¡Afirma, sí, nuestro trabajo! [Y deja que el trabajo de nuestras manos prospere]”. Tehilim 90, in fine, comentado por el autor.
Las autoridades deben saber detener los intentos de desborde, sean provocados por los que desean una secularización de la vida religiosa para que se acomode a sus fantasías, como la de quienes entienden que el diálogo sobre la interpretación de la Torá debe ser abortado, porque creen que así se respetarán las normas más eficientemente. El resultado de estos últimos fue sumir a comunidades enteras en la más profunda ignorancia y como resultado de ello terminaron desconociendo la halajá o quedándose con normas distorsionadas influenciadas por el paganismo, sin ser conscientes de ello. Y a los padres de jóvenes, una pequeña recomendación. Padres excesivamente sensibles y protectores, que permiten un comportamiento de sus hijos que se expresa por medio de berrinches, temores inadvertidamente crecientes y ansiedad generada, termina en angustia y depresión. La negligencia benigna, que intenta fomentar la independencia y la iniciativa, no es una estrategia que se ajuste bien. El enmascaramiento, la sobreprotección, y el conflicto, que intentan inculcar a sus hijos, cuando se presentan, sólo hacen daño. Intentar apariencias les coloca frente a un mensaje incomprensible porque les aleja de la verdad. Obligar a los hijos a trasgredir las normas porque de esa manera pueden lograr éxito académico o en la vida, les quita autoridad. Enseñan a sus hijos a borrar los rastros de su identidad ante el otro y ante ellos mismos. Durante generaciones nos vimos colmados de logros, casualmente porque no renunciamos a los principios ni a los valores. Mantuvimos la identidad cuando no la enturbiamos con simulaciones. “Sea la luz de .A. nuestro Dios sobre nosotros, afianza la obra de nuestras manos; ¡Afirma, sí, nuestro traba