Parashat Jukat comienza con las leyes de la Pará Adumá (la novilla roja), cuyas cenizas por sí solas pueden despojarnos de la impureza ritual contraída por el contacto con un cadáver.

También, en su texto encontramos referencias muy claras a las conductas ideales que debemos abrazar en nuestro tiempo.

El drama de Parashat Jukat incluye el decreto de muerte de los líderes Moshé y Aarón, la muerte de la tercera, la profetisa Miriam, y culmina con la victoria militar del pueblo sobre los ejércitos de la orilla oriental del Jordán. La parashá de manera incongruente, comienza con una presentación en apariencia árida y técnica de leyes que quizás habríamos esperado encontrar en el libro Vayikrá y no en Bemidbar.

La Torá parece haber extraído a la Vaquilla Roja de su ubicación natural en el Levítico y haberla trasplantado, en un contexto ajeno, entre los relatos de la revuelta de Koraj (capítulos 16-18) y la muerte de Miriam (comienzo del capítulo 20) del libro Bemidbar-Números.

EL TEMA DE LA PUREZA RITUAL ES COMPLICADO

Recordemos que la Torá describe una serie de fuentes de tumá que pueden dividirse en dos categorías básicas. La primera son las fuentes externas de tumá, como los seres humanos (tumat met) y ciertos animales (nevelá) y roedores (sheratzim) que han muerto.

Estos objetos son tamé por naturaleza y entrar en contacto con ellos convierte a la persona en tamé.

La segunda categoría son situaciones en las que la persona internamente, debido a un cambio en su propio cuerpo, se convierte en tamé (es decir, la tumá fluye de la propia persona). Ejemplos de esto incluyen, un zav (un hombre con flujo anormal), zavá (una mujer con flujo anormal o una nidá – una menstruante), yoledet (una que ha dado a luz recientemente) y una metzorá. Estas personas también tienen el poder de transmitir tumá.

GRAVEDAD DE LA TUMÁ

No todas las fuentes de tumá son iguales. Un cadáver es el nivel más alto de tumá y se denomina avi avot hatumá  (el “padre del padre de la impureza”, la fuente máxima de tumá). Su gravedad es más notable en la forma en que transmite la tumá y su ritual de purificación (es decir, la aspersión del mei jatat – agua de manantial mezclada con cenizas de la Vaquilla Roja). La mayoría de las demás fuentes de tumá se denominan avot hatumá (“padre de la impureza”). Su gravedad puede verse por el hecho de que ciertos fluidos que emanan de sus cuerpos (por ejemplo, la saliva) también son avot hatumá1.

IMPUREZA POR CONTACTO CON UN CADÁVER

La purificación de la categoría tumat met -impureza por contacto con un cadáver- requiere, además de la inmersión en una mikve, la aspersión del mei jatat sobre la persona o el objeto.

UBICACIÓN DE PARÁ ADUMÁ EN LA TORÁ

Pará Adumá aparece fuera de contexto y su temática y también del orden cronológico.

Los hijos de Israel ya habían necesitado las cenizas de la vaquilla roja para poder realizar el servicio de sacrificios en el Tabernáculo, que requerían un estado de pureza.  Cualquiera que entrara en contacto con un cadáver no podía entrar en la tierra sagrada antes de someterse al proceso de purificación que implicaba las cenizas de la vaquilla.

Debemos concluir, por tanto, que estas normas se habían transmitido de hecho antes, cuando se erigió el Tabernáculo.  Es más, la Torá hace referencia explícita a las cenizas de la Pará Adumá varios capítulos antes, en Parashat Behaalotjá, donde desempeñaron un papel en la ceremonia de consagración de los levitas (8:7 – “mei jatat“).  De hecho, en la cronología conocida como “Seder Olam Rabá”, que se remonta al período de la Mishná, se dice que el ritual inicial de la vaquilla roja tuvo lugar el 2 de nisán, al menos varios meses antes del incidente de Koraj.  Si la Torá retrasó su presentación de estas leyes hasta este momento, debe haber visto alguna relación entre la novilla roja y el contexto.

No debemos buscar cronologías en el texto sino asociaciones. “No hay antes ni después en la Torá2.

MISTERIOS

Uno de los misterios consiste en que el cohen que ministra en este procedimiento se vuelve tamé o contaminado o impuro desde el punto de vista ritual. Su contacto con la novilla lo vuelve impuro, pese a que él es el encargado de manipularla para purificar a otra persona.

Es por esta razón que la novilla roja es el paradigma de lo misterioso o no racional en el judaísmo.

LOS POLOS DEL LIDERATO ESPIRITUAL

El liderazgo, ya sea desde el púlpito, el aula o la institución, se mueve entre dos polos y la tensión entre ellos es característica de todo liderazgo espiritual.  Podemos localizarla, en este contexto, en el papel del cohen.

LA NOVILLA ROJA PURIFICA LO IMPURO Y CONTAMINA LO PURO

¿Cuál es la naturaleza o la esencia de este misterio?

El rabino Menajem Mendel de Vorki3 conocido en la tradición jasídica como “el silencioso” nos dejó un dicho conciso en respuesta “el misterio o el secreto de la vaquilla roja – es el amor de Israel“.

Cuando le preguntaron al mismo rabino ¿qué es un verdadero judío? Respondió: “Nos convienen tres cosas: arrodillarnos erguidos, gritar en silencio y bailar inmóviles“.

De allí aprendemos que tenemos que descifrar sus comentarios crípticos.

Un alumno de Reb Menajem Mendel amplió y explicó la declaración de su maestro: se refiere al cohen que está dispuesto a convertirse en tamé – impuro,  para devolver el estado de tahará -la pureza ritual- a otras personas.

Este es el cohen que lleva una vida de pureza, como se espera de todos los sacerdotes. Y sin embargo le impelimos que se someta a la impureza de manera que así algún otro judío se encuentra en el grado de tumá quede purificado.

Así pues, el liderazgo espiritual implica el sacrificio personal, no de tipo material, sino, lo que es más importante, la asunción de riesgos morales para la aceptación de tumá con el fin de elevar a los compañeros judíos que están contaminados. El cohen ejerce su liderazgo espiritual cuando asume riesgos morales por amor a sus compañeros.

Y esto no sólo es válido para el cohen o sacerdote, sino también para el profeta, ya que ambos asumen riesgos morales por amor a sus hermanos judíos. En nuestros días, podemos incluir en estas categorías a los rabinos, los maestros y si nos esforzamos un poco más a los políticos y estadistas que deben desear el bien de sus comunidades.

Todos ellos asumen un tipo de liderazgo espiritual.

Para que podamos entender el “idioma” del rabino que hemos citado, y para poner en idioma de hoy algunas de sus ideas, recurriremos a Evan Krame4 en su artículo “La paradoja judía: arrodillarse, gritar y bailar sin moverse”, que también recurre a Walt Whitman cuando dijo que “la multitud arrodillada se desvanece con la luz de las antorchas“. También iremos a textos de Marguerite Annie Johnson,  escritora, poeta, cantante y activista por los derechos civiles estadounidense que en su “Canción de mí misma” escribió: “No te arrodilles, por favor. A veces la gente pone a las personas en pedestales para poder verlas con más claridad y derribarlas más fácilmente“.

Según, la Dra. Susanna Heschel5 la hija de Heschel cuando su padre,  Abraham Joshua volvió a su casa de Selma en 1965, escribió: “Para muchos de nosotros la marcha de Selma a Montgomery fue una protesta y una oración. Las piernas no son labios y caminar no es arrodillarse. Y, sin embargo, nuestras piernas entonaban canciones. Incluso sin palabras, nuestra marcha era adoración. Sentía que mis piernas rezaban'”.

Quizás Heschel estaba influido por “cal atzmotay tomarna” -todos mis huesos dicen6

El poeta chileno Pablo Neruda escribió “A Callarse” que se suma a los autores que hemos citado para tratar de entender la críptica respuesta del maestro: “Ahora contaremos doce/ y nos quedamos todos quietos. /Por una vez sobre la tierra/ no hablemos en ningún idioma, /por un segundo detengámonos,/ no movamos tanto los brazos.

“Sería un minuto fragante /sin prisa, sin locomotoras,/ todos estaríamos juntos /en un inquietud instantánea.

“Los pescadores del mar frío/ no harían daño a las ballenas/ y el trabajador de la sal/ miraría sus manos rotas.

“Los que preparan guerras verdes, /guerras de gas, guerras de fuego,/ victorias sin sobrevivientes, /se pondrían un traje puro /y andarían con sus hermanos/ por la sombra, sin hacer nada.

“No se confunda lo que quiero/ con la inacción definitiva:/ la vida es sólo lo que se hace, /no quiero nada con la muerte.

“Si no pudimos ser unánimes/ moviendo tanto nuestras vidas /tal vez no hacer nada una vez,/ tal vez un gran silencio pueda/ interrumpir esta tristeza, /este no entendernos jamás/ y amenazarnos con la muerte, /tal vez la tierra nos enseñe/ cuando todo parece muerto/ y luego todo estaba vivo. /Ahora contaré hasta doce/ y tú te callas y me voy”.

Norman Lamm cita a Israel Hopstein, su maestro jasídico que fuera el Rebe de Kozhnitz,  que dijo algo así como que: “Cuando Moshé bajó de la montaña con las Tablas en la mano, y encontró a la gente bailando alrededor del Becerro de Oro, levantó las Tablas sobre su cabeza y las rompió al pie de la montaña. Entonces, según la tradición, el Señor se reveló a Moshé diciéndole:  Te felicito, Moshé, ¡por romper las Tablas!”

Ahora, dice el Kozhnitzer rebe, eso es extraño. Moshé rompió las Tablas en un ataque de mal genio, y el Señor lo felicitó –   ¿pero no sabemos que el mal genio siempre es malo? ¿No nos enseño Maimónides no nos enseñó que el pecado cardinal de Moshé cuando   golpeó la roca fue que perdió los estribos, y por esta de ira fue castigado con el destierro de la Tierra Prometida? ¿Cómo pueden decir entonces los rabinos que Dios le felicitó cuando, en su mal temperamento, rompió las Tablas?

QUIEN PIERDE LOS ESTRIBOS ES UN IDÓLATRA

La respuesta que dio el Rebe es buena doctrina jasídica y, de hecho, buena escuela judía. Es que es necesario para la Teshuvá del pueblo; que el líder esté dispuesto a descender al nivel de su pueblo con el fin de elevarlos después al arrepentimiento. Sólo si el líder espiritual participa de alguna manera en el pecado de su pueblo, puede él mismo realizar el acto de Teshuvá y así arrastrar así a los demás judíos. Sin embargo, cuando hablamos del becerro de Oro, ¿cómo podemos esperar de Moshé que descienda al nivel de la idolatría y el paganismo? La respuesta es que los rabinos dijeron que uno que pierde los estribos es un idólatra, pues demuestra que adora a su propio ego y afirma la centralidad de sus propias emociones y sentimientos. Así, cuando Moshé rompió las Tablas enfadado, descendió así a una especie de idolatría, y así fue a su pueblo a recuperar, arrepentido, su antigua eminencia.  Así los salvó y por eso Dios le felicitó por su cólera. Fue un acto de idolatría que tuvo final feliz.

GRITOS SILENCIOSOS

La idea que, si Moshé o el tzadik o el cohen o el líder espiritual no se arriesga a contaminarse, su pueblo se hundirá cada vez más, hasta perderse irremediablemente.

Si le preocupa exclusivamente su propia integridad moral, debe renunciar por completo al liderazgo.

Este es el primer polo, el de la disposición de la voluntad del líder de hundirse y mancharse. Existe un principio opuesto: si el líder se identifica demasiado con su pueblo, en última instancia no es mejor que ellos y no puede ayudarles.   Los riesgos morales que el líder debe asumir a menudo desembocan en el abandono moral.

UNA IDEA PELIGROSA

De hecho, es una idea peligrosa. Puede dejar al cohen con una sensación de fascinación por la tumá bajo la apariencia de un liderazgo abnegado.

El ejemplo histórico más flagrante de los extremos a los que estas ideas pueden llevarnos es el del apóstata pseudo-Mesías, Shabetay Tzvi. He aquí un hombre que desarrolló al máximo la teoría del “santo pecado “, la idea de que la clase más elevada de individuo debe descender a las profundidades del pecado, a las mismas entrañas del infierno, y así elevar al mundo con él. Lo que sucedió fue que el propio pseudo-Mesías que se transformó en un apóstata, se convirtió al Islam — y en lugar de elevar a nadie con él, dejó en su estela un tren de desastres y catástrofes que comenzaron hace 300 años y aún no se han terminado por completo.

EVITAR CAER EN UN PATRÓN DE IMPUREZA

No es de extrañar que algunos de los comentaristas halájicos nos digan que, aunque técnicamente el cohen no estaría obligado a someterse a purificación en agua, como resultado de su contaminación con la novilla roja en el principio de que había estado que había estado trabajando para la comunidad, que su contaminación fue por el bien público, por amor a Israel, y someterse a su propia purificación. Esto es para recordarse a sí mismo, por así decirlo, de los riesgos que había tomado, y así asegurarse de que va a protegerse contra su propio deterioro, y no permitirse caer en un patrón de impureza.

LA VIDA JUDÍA CONTEMPORÁNEA ILUSTRA ESTOS PRINCIPIOS

La tensión entre los dos extremos perturba la dirección del liderazgo espiritual de los judíos de nuestro tiempo.  Por un lado, hay algunos que se caracterizan por la lejanía, por un perfeccionismo inalcanzable, por la falta de conciencia e irreductibles acciones de la vida social, económica y cultural. Y en el otro extremo están los que practican la identificación y la implicación con las masas hasta el punto de que el líder no es diferente de los seguidores, y son incapaces de elevar a nadie a un nivel superior.

Para contrarrestar al otro. Así, en la vida judía de hoy, tenemos jefes de yeshivot que a menudo son puristas espirituales y académicos. Se trata de personas sinceras, sabios y eruditos, que exigen el pleno cumplimiento de todos los ideales.

Y así es como debe ser.

Pero a menudo no pasan por tentaciones y dificultades de la vida fuera de la academia, y por lo tanto no pueden simpatizar con ella. Como resultado, a menudo se involucran en actividades bien intencionadas, pero mal encaminadas.

No pueden influir en los demás si practican insularidad. Y si insisten en su distanciamiento en la torre de marfil y en tu inviolable inocencia espiritual, deben esperar ser un líder espiritual con cada vez menos seguidores; o, mejor, muy espiritual pero apenas un líder.

Y, sin embargo, cuando consideramos el otro extremo, lo encontramos aún más deprimente.

Aquellos que aceptan los riesgos morales por el bien de sus compañeros, a menudo aceptan esa situación como la norma, y proceden a actuar lejos sus ideales, hasta que al poco tiempo ya no quedan ideales y se idealiza la realidad fragmentada como el estado perfecto.

El liderazgo espiritual desde el púlpito a menudo tiende a ser tan involucrado, tan extrovertido, tan “relevante”, tan preocupado, tan simpático, que puede ser líder, pero difícilmente espiritual.

– Hay muy poca tahará que puede venir de un cohen que es totalmente tamé o contaminado.

Puedo pensar en rabinos – y me refiero específicamente a aquellos que caen en un patrón peligroso en el púlpito. En los que están involucrados en trabajo pastoral, en visitas a hospitales, en consultas, en charlas de almuerzo, en invocaciones y bendiciones, en cócteles y reuniones y recaudación de fondos y la administración y las relaciones públicas, en ser un “compañero regular” – y que han perdido por completo la confianza en sí mismos.

Son los que han perdido por completo la cualidad del auténtico liderazgo, y son sordos a ese grito de conciencia. “¿y qué será de la Torá?”

Cuando un rabino comienza a desbordar con un amor “a su gente” a tal punto que se identifica con ellos, que simpatiza con ellos, que los entiende tan bien que siente que ya no puede reprenderlos. Entonces no los mejorará. Él los dejará en estado de tamé o impuros porque no se meterá en agua caliente ni en agua alguna.

SON LOS CORROMPIDOS Y VILES

Son impuros, corruptos, viles. Por lo tanto, el liderazgo espiritual – ya sea de un rabino o un maestro o el director de una institución o escuela o cualquier otra función que la sociedad conciba — está lleno de tensiones internas, peligros, y trampas.

LAS AUTÉNTICAS PERSONALIDADES JUDÍAS DESDE MOSHÉ HASTA NUESTROS DÍAS, NUNCA SE AFERRARON AL LIDERAZGO NI AL PODER

Son los que se preocupan y meditan, y están llenos de dudas, tensiones y vacilaciones.

Pasan por momentos de profundo dolor cuando se enfrentan al dilema que supone no difundir la tahará, que tal vez sea su razón de ser y su papel histórico, frente al peligro de perder su propia alma en la tumá.

En cierto sentido, refinadas personalidades religiosas judías sienten que este dilema refleja la tensión en nuestra concepción de Dios, que es a la vez lejano y cercano, remoto y próximo, trascendente e inmanente, abstracto y personal.

El liderazgo espiritual debe imitar al divino, pero es tan difícil, tan frustrante intentar mantener el equilibrio y el balance y la ponderación y no caer en ninguno de los extremos, el de una preocupación por salvar tu propia alma e ignorar el resto del mundo, o – perder tu propia alma por completo.

UN HOMBRE SABIO DEBE SER CAPAZ DE HACER AMBAS COSAS, DE MANTENERLAS EN EQUILIBRIO, DE SABER CUÁNDO RETIRARSE

Debe saber cuándo implicarse y cuándo retirarse; cuándo lanzarse al mundo y cuándo apartarse de él cuándo ir hasta el fondo con la gente y cuándo acercarse a la gente y cuándo permanecer lejos; cuándo arriesgarse a la impureza y cuándo insistir en su propia tahará.

Así que sólo hemos podido establecer los parámetros, sólo los límites. Uno nunca debe estar tan alejado de su gente que, debido a su preocupación egoísta por su integridad espiritual, esté dispuesto a no arriesgar nada por su bien. Y nunca descuidar tanto su propia condición espiritual que esté alma en el proceso de ayudar a su pueblo.

En cuanto a dónde está el punto de equilibrio, cuándo inclinarse hacia un extremo o el otro. Para esto no hay prescripciones. Para esto uno debe tener tanto la sabiduría intuitiva como la experiencia del liderazgo.

Es por este equilibrio por lo que un líder espiritual debe rezar, y pedir mucho. Siempre debe conservar su amor a Israel, abriéndose al mundo; y a su amor a Dios, sabiendo cuándo apartarse.

El liderazgo espiritual requiere ambos amores, aunque a veces choquen. Y el auténtico liderazgo espiritual judío buscará reconciliarlos en el amor a la Torá. Porque solo en la Torá,  se pueden aproximar estos dos grandes amores, el de Dios y el de Israel.


[1] N. del Autor: El carácter de nuestro comentario no nos permite desarrollar el tema por lo que invitamos al lector a hacerlo en sus fuentes.
[2] No hay orden cronológico en la Torá (en hebreo: אין מוקדם ומאוחר בתורה, literalmente “No hay temprano ni tarde en la Torá “) es una expresión utilizada por muchos comentaristas bíblicos cuando se encuentran con acontecimientos que están fuera de orden cronológico.
[3] Rabí Menajem Mendel de Vorki continuó el desarrollo del jasidismo en la Polonia del siglo XIX. Los Rebes de Amshinov, a su vez, han continuado esta tradición hasta nuestros días. 
[4] Evan J. Krame ha centrado su carrera en las necesidades de las personas con problemas físicos y mentales y sus familias. Desde niños con discapacidades hasta ancianos. Ha sido galardonado como Top Attorney y Best Lawyer en Washington y Maryland. 
[5] href=”http://www.dartmouth.edu/%7Evox/0405/0404/heschel.html, traído de Sefaria.
[6]”Todos mis huesos dirán: Hashem, ¿quién como tú, que libras al afligido del más fuerte que él, y al pobre y menesteroso del que le despoja?” (Tehilim 35:10).

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