En una de mis clases de Torá uno de los participantes relató esta historia: “Se cuenta acerca de uno de los tzadikim que cuando era joven decidió lograr resolver los problemas del mundo judío y cumplir con el concepto de Tikún Olam, siguiéndolo textualmente. Diez años después, redujo su objetivo a sólo su Polonia natal. No tardó más de diez años para llegar a la conclusión que había fracasado por lo que repararía sólo la situación espiritual de los judíos de su poblado. Y un decenio posterior, llegó a la determinación que iba a comenzar a subsanar los errores de su comunidad. Antes de morir, llamó a sus alumnos y les dijo que lamentaba haber iniciado obras gigantescas e imposibles y que casi no le quedaba tiempo para componerse a sí mismo, que ése debió haber sido desde un principio su máximo objetivo”.
Vivimos una época en la que demasiadas personas presumen de ser como Pinjás de nuestra parashá y desean resolver los problemas de todo el pueblo de Israel dedicándose sistemáticamente a destacar los errores y las fallas de los judíos con la intención, sincera en la mayoría de los casos, de componerlos.
Sus acciones a veces llegan a individuos que por su influencia revisan sus actos y mejoran su actitud hacia la vida, llegando a obtener una existencia plena de judaísmo en lugar del vacío en el que se encontraban previamente. Pero, esos pretendidos Pinjás, adulterados, no se detienen en pequeñeces y sus prédicas destruyen familias, separan hermanos, y alejan a muchos de sus comunidades, cansados de oír sus amenazas de ser quemados por las llamas que existen en sus mentes.
Regresemos por un instante a los antecedentes de Pinjás. Leví, va acompañado por su hermano Shimón, a cobrar la afrenta que había sufrido su hermana Dina y matan a toda la gente de Shjem, siendo escarmentados por Yaakov, su padre, nuestro patriarca: “¡Malditas sean la violencia de su enojo y la crueldad de su furor! Los dispersaré en el país de Yaakov, los desparramaré en la tierra de Israel” (Bereshit 49:7).
Yaakov no acepta esos celos fanáticos de sus hijos. No pueden continuar juntos, deben ser separados. Shimón será absorbido por la tribu de Yehudá. Los descendientes de Leví permanecerán en el servicio divino, pero separados del resto de las tribus.
En el pecado del becerro de oro, vuelve a presentarse la violencia de los hijos de Leví. Cuando Moshé convoca a quienes están con Dios para que se dirijan a él, (en Shemot 32:26), leemos “y se unieron a él todos los hijos de Leví” que ese día mataron cerca de 3.000 personas.
Y en nuestra parashá, otro descendiente de Leví, Pinjás hijo de Eleazar el cohen, mata. Y el Shulján Aruj, Oraj Jaim, 128-35, establece la halajá según la cual “Un cohen que hubiera matado a una persona, aun involuntariamente, no podrá bendecir al pueblo aunque se hubiera arrepentido”, obviamente conociendo el contenido de nuestra parashá, deseoso de darnos una lección perpetua, a partir de la norma.Shimón defendió en Bereshit el honor de su familia, pero cuando reaparece en nuestra parashá, lo hace en un papel más que deplorable. En el tema del becerro, cuando el celo era por una causa ideológica, Shimón no figura. En Shemot 32: 27 leemos: “Entonces les dijo Moshé: «.A., Dios de Israel, ordena lo siguiente: “Cíñase cada uno la espada y recorra todo el campamento de un extremo al otro, y mate al que se le ponga enfrente, sea hermano, amigo o vecino”.
Allí, cuando se debe actuar sobreponiéndose a los intereses más cercanos de la familia, Shimón, el celoso, no está presente. Esa causa no es la suya. En nuestra parashá de manera excepcional, Pinjás descendiente de Leví, logra con su sinceridad y con su devoción auténtica, ser reconocido y premiado, pese a que Dios no desea el crimen.Para comprender hasta donde el caso de Pinjás es excepcional, y que Dios no se satisface con los resentidos que más de una vez confunden la causa divina con la causa personal, aun cuando tengan un pretexto real, hablaremos brevemente del profeta Eliyahu.
Eliyahu, cuya historia tan ligada a la de Pinjás y a quien se considera ser su continuación, no logra con sus celos, el mismo reconocimiento que Pinjás. Hay en él, una de las más preciadas personalidades del pueblo judío, algo incompleto que es rechazado. Dios no desea oír sus quejas acerca del incumplimiento de las normas de los hijos de su pueblo. Mientras que Pinjás recibe las garantías que sus hijos continuarán con el servicio divino, Eliyahu recibe la orden de nombrar a Elisha en su lugar. Dios deseaba contener su ira contra el pueblo de Israel, y allí Eliyahu, impaciente, que debía pedir misericordia para los hijos de Abraham, de Itzjak y de Yaakov, no lo hizo.
Allí acusó. Allí fracasó en su misión. Maimónides determina los marcos de la profecía con estas palabras: “Que será enviado a alguna de las naciones del mundo, o a las personas de la ciudad, o del reino, para conducirles y para avisarles qué les sucederá o para evitar las malas acciones que estuvieran cometiendo”.
En otras palabras, la función del profeta es la de reparar las acciones incorrectas amonestándoles si fuera necesario, pero nunca acusarles ante Dios, o pedir que sean castigados. Y cuando Dios le plantea a Eliyahu: “¿Qué haces aquí, Eliyahu?”, y él respondió: ‘He sentido un vivo celo por .A. Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han abandonado tu pacto, han tumbado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscaron para quitarme la vida. .A. le dijo: Ve, vuélvete por tu camino, por el desierto de Damasco; y llegarás, y ungirás a Jazael por rey de Aram. A Iehú hijo de Nimshi ungirás por rey sobre Israel; y a Elisha hijo de Shafat, de Abel-Mejola, ungirás para que sea profeta en tu lugar” (I Melajim 19: 9-16).
Shimón y Leví unidos frente a Shjem, no se encuentran frente al becerro de oro y se enfrentan sangrientamente en nuestra parashá. Pinjás y Eliyahu unidos más que nadie en el espíritu, se separan ante Dios cuando éste último acusa a los hijos de Israel por haber abandonado el pacto. Uno es premiado con paz eterna, el otro destituido de su función.Son como en el relato del tzadik. Pero, en este caso, Shimón se queda con lo que no pudo obtener casi al principio de su camino porque sus intenciones eran egoístas, Eliyahu llega casi hasta el final del proceso interior, pero falla cuando por exceso de celo, critica ante Dios a su pueblo. Sólo Pinjás sale victorioso de la difícil prueba porque logra enmendarse a sí mismo en celo por Dios, poniendo sus intereses de lado. No actúa por resentimiento por algo que le hicieron. No busca reconocimiento. Al contrario, pone en peligro su propia vida por su ideal. Y…, no nos engañemos, en nuestro tiempo, nadie puede hacerse pasar por Eliyahu, hasta que llegue el verdadero, para anunciar la Redención, ni por Pinjás, que con su acción pueda salvar al pueblo aún a costa de una acción intrínsecamente reprobada. Dios quiere otra cosa de sus líderes y de sus maestros, y prefiere darles la oportunidad de enmendarse y poder perdonarles, antes que oír acusaciones contra Sus hijos o las amenazas de las maldiciones y las calamidades contra ellos.
Fue suficiente con un Pinjás, el único que aparece en nuestra parashá.
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