LA ESPERANZA REQUIERE CORAJE PARA CONVERTIRSE EN REALIDAD

La Torá en Parashat Vayerá cuenta la historia de Agar e Yishmael, quienes fueron expulsados de la casa de Abraham y vagaron por el desierto hasta que se quedaron sin agua. Hagar colocó a su hijo enfermo debajo de un arbusto y “ella misma fue a sentarse enfrente, a distancia como de un tiro de arco, pues decía: «No quiero ver morir al niño. Sentada, pues, enfrente, se puso a llorar a gritos” hasta que “abrió Dios los ojos de ella, y vio un pozo de agua. Fue, llenó el odre de agua y dio de beber al chico” Bereshit (21). 

El texto de la Torá es muy simple y fácil de entender. Hagar hizo lo correcto. Apenas vio el agua, se apuró es saciar la sed de su hijo que estaba deshidratándose en el calor del desierto. Actuó como lo hubiera hecho cualquier madre y cualquier ser humano.

Antes de que Dios le hiciera ver el pozo a Hagar, se le apareció un ángel, que le dijo: “¿Qué te pasa, Hagar? No temas, porque Dios ha oído la voz del chico en donde está. ¡Arriba!, levanta al chico y tenle de la mano, porque he de convertirle en una gran nación”.

Podríamos preguntarnos ¿por qué era necesario que Agar recogiese a su hijo antes de que le mostraran el pozo? Una vez que Dios determinó que Yishmael viviera, ¿por qué no reveló inmediatamente el agua a Hagar? ¿Por qué envió primero a un ángel para decirle a Agar que levantara a Yishmael?

Rav Avraham Nesher Adler (1894-1968), en su libro Pirjei Shoshana, cita una interpretación novedosa de este relato que responde a esta pregunta.

Según su explicación, cuando Agar colocó a Yishmael en el suelo cuando se deshidrató, sin saberlo, lo colocó sobre la boca de un pozo de agua de manera tal que su cuerpo ocultó la fuente de su vista. El ángel se le apareció a Agar y le indicó que levantara a su hijo, tras lo cual se reveló el pozo. Por lo tanto, fue como resultado de levantar a Yishmael del suelo que “sus ojos se abrieron” y vio el pozo.

Simbólicamente, esta es una lectura muy poderosa de los eventos que nos trae una gran enseñanza. Cuando Hagar puso a Yishmael en el suelo, en un acto de desesperación, como relata la Torá, decidió alejarse de su hijo para no verlo morir. En lugar de ser proactiva y buscar una solución para el niño. Simplemente el dolor la paralizó. No hizo lo lógico, que era correr en búsqueda de quien le pueda ayudar o buscar alguna fuente de agua. Tampoco tomó en sus brazos al hijo para consolarle. Simplemente se rindió y se fue.

El rav Nesher nos comenta que dio la casualidad de que este acto de desesperación tuviera el efecto de cegarla a la solución.

Muchas veces nos sucede que cuando estamos alterados y angustiados no vemos lo qué tenemos que hacer.

Cuando Agar dejó a Yishmael en el suelo, renunciando a toda esperanza de ayudarlo, obstruyó la solución. No pudo ver ni lo que tenía frente a sus ojos.

Para salvar a Yishmael, primero necesitaba levantarlo del suelo y abrazarlo, actuar como lo harían la mayoría de los padres en esa situación, permaneciendo con el niño y tratando de ayudar hasta el último aliento de vida. Una vez que renovó su esperanza, la solución apareció a la vista.

Así comenta Rav David Silverberg, con mucha precisión, haciendo un análisis psicológico del que debemos aprender en nuestras vidas.

La esperanza requiere coraje, que muy a menudo es indispensable para resolver el problema. La desesperación nos ciega, haciéndonos incapaces de ver las posibilidades que existen. En lugar de darnos por vencidos en tiempos de dificultad, debemos continuar buscando el “pozo” sin desesperarnos. De lo contrario, podríamos bloquear sin saberlo el acceso a precisamente el tipo de ayuda que necesitamos.

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